jueves, 25 de noviembre de 2010

El hambre trae codicia


La situación creó el querer salir de la situación. Un amigo, en la línea de la ciencia asegura que la ‘singularidad’ no vale para nada. En la línea del arte esa es la base, pero mi amigo se ha pasado del arte a la universalidad y eso sólo puede ser primario y paliativo. El arte es caprichoso y curativo, por eso sigue valiéndose de la singularidad.
Pero en este marasmo de ruina, de poner en su sitio que el arte es una cosa innecesaria y prescindible (también el presupuesto para ciencia, eh), algunos artistas que hicieron ascos a la pequeña enjundia de los ofrecimientos de hace una década para su alto ego, van hoy a reunirse con un cortajamón, con un vendedor de cocacolas o con cualquier miserable portero lituano (lituano no es un ejemplo, son la mayoría de los porteros). Dedicarse al arte, para tiempos de no aplicarse en otra cosa tiene consigo esta cuestión, cuando llegan unos días con hambre física uno vende lo que antes era un diamante por cualquier cosa. Yo no creo en los artistas puros, creo en los extravagantes y ruinosos, miserables auténticos; y en los elegantes y dispersos, ricos incontinentes… y también en los artistas automedicados, osea, los artesanos, dignos y profesionales. No se puede tener codicia con hambre, eso sólo sirve para hacer el ridículo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Al hilo de la palabra: 'Defensor del Maestro'


Creo en el poder de la comunicación, si no a qué coño jugamos y hacemos aquí. No creo ser un mal conversador, ni conmigo mismo, pero me enervé, no una vez, si no dos, sobre la situación de las aulas osea el comportamiento de los niños y sus padres, en la voz de dos docentes amigos (amigo y amiga). El asunto es que están desautorizados, están maniatados, me venían a decir que los niños son culpables de sus comportamientos. Hoy el sindicato ANPE, que lleva tiempo dando guerra con esta figura ‘El defensor del maestro’, que en realidad no se lo que es, pero me lo supongo, ha llegado a mi ciudad, y han ido a congraciarle la gracia el alcalde y el presidente de la Diputación.
Mi reflexión va al hilo de esto, pero no es sobre esto. Quiero decir que cuando se tiene un hijo toda la responsabilidad iniciática cae sobre los padres, si, aunque la niño lo lleven con tres meses a una guardería. Después de esto y cuando ya el niño se ha de socializar con otros iguales, la responsabilidad sobre sus avances, sus estímulos, sus vínculos y primeras formaciones de carácter lo comparten todos los adultos que pasan tiempo con ellos y que les modifican su conducta caprichosa e irresponsable.
Seguido a esto empieza la responsabilidad de memorística de reglas básicas, sobre las disciplinas en las que se manejaba hasta ayer nuestras vidas: lenguaje, matemáticas, física, historia… y con todo ello la emulación ética de los mayores-referente.
Si esto es así hasta uno que vaya sale de la universidad. Qué coño está pasando.
Me argumentan mis informadores parte implicada que los padres son unos ogros y que desautorizan al maestro. Que los niños son unos cafres que no tienen ningún pudor en descararse, que el interés es mínimo en el aprendizaje, y que el esfuerzo está por los suelos.
Es verdad, estos conceptos: esfuerzo, sacrificio, honor, entrega… están en desuso en la tele, en internet y en los superhéroes. Para eso estamos los adultos con los que conviven.
A lo mejor el problema final es convivencia, cohabitación y comprensión en un mundo ya no cambiante, sino que nos deja obsoletos en medio año, o a lo mejor hay que poner freno y distinción a lo que es entretenimiento, abstracción, y lo que es realidad, a lo mejor es simplemente que alguien tiene que decirle a padres y madres y niños, ustedes perdonen aquí quien marca las pautas soy yo y el centro.
Y ahora habrá que repasarse qué formación y qué capacitación tienen los que entran en un lugar que se llama escuela para administrar conocimientos y conductas.
Y nada más, me río con esta situación de toda la lucha de participación estudiantil, formación de escuelas de padres, intervención de los centros en su entorno. En dónde ha quedado nuestra modernidad: en una figura judicial a la que van los adultos que se suponen son una autoridad: ‘es que mi alumno me pega’.
Si fuera verdad que están vendidos, desautorizados, desprestigiados y desatendidos, lo que tienen que hacer es hacerle un plante a su patrón, no inventar y desde la experiencia marcar la próxima reforma (o con nosotros o esto vienen y lo barajan ustedes, queridos diputados).
Con todo, no quiero cerrar capítulo sin observarles el artículo ‘Una cuestión de clase’ del novelista Antonio Muñoz Molina en el especial sobre educación que dedica la revista Mercurio de la Fundación Lara. En esta el de Jaén se despacha a gusto contra los pedagogos y por extensión contra los políticos, me he quedado de piedra de su dureza, ya dije aquí al lado. No se la pierdan aunque no la compartan.
Y otras dos cosillas últimas, creo que por desatención, o por atención mal entendida estamos en un sobreproteccionismo de los niños absurdo, la pedagogía moderna nos ha metido fantasmas como la intimidad del niño, y estoy de acuerdo con la afirmación: ‘los niños no tienen intimidad’, claro que no. Para evidencia un caso en el pedagógico programa de experiencia-cotilleo-desesperación ‘Hablar por Hablar’ de la Ser. Escena: una madre entra acelerada como de costumbre a dejar la colada de su hijo a su cuarto, y en ese momento el niño ante una página porno está a punto de eyacular y eyacula ante su mirada, ahí empieza la intimidad, si el niño se pajea ya es otra cosa, hasta entonces, nada.
Y queremos librar a los niños de todos los padecimientos y males. Escena 1: un amigo y yo tomamos un té y en la casa de enfrente se ha muerto un viejo de una familia cuchichí (medio gitana) hay algarabía (se que esta no es la palabra apropiada), mi amigo dice que no sabe qué hacen allí los niños: ASISTIR A UN MUERTO, qué van a hacer. Escena 2, una foto de Pérez Siquier saca a un muerto velado en su casa en los años 60 (en la historia universal de la muerte hace media hora), el muerto está rodeado de niños en la foto. Esta preservación de la realidad fea a los niños me parece de todo punto de vista estúpida.
Uno, cualquiera, despierta la conciencia también violentándose. La modernidad nos está poniendo un paño en los ojos y paños calientes en la frente. Descabezados, nos la meten por todos lados. Todos queremos defensores externos, estamos dimitiendo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

A término


El día que me muera daré por concluida mi vida, y no estaré aquí para contarlo. Esto les puede parecer surrealista, y lo es, entiendo que cada vez mi estilo de vida es más surrealista sin pretenderlo, y me divierte, e incluso: me emociona.
Yo no soy un vago, todo lo contrario, un nada paciente, hoy he dado por terminado, he llevado a término, una trama de hace más de año y medio concebida casi a tiempo real pero almacenada todo este tiempo. La he dado por concluida con la seguridad de un desahogo a razón de que otros la puedan adornar mejor si es que merece la pena.
Cuando uno pone un punto y final tiene a su vez una duda, en pintura, el gran profesor Francisco Góngora decía que los cuadros no se acaban: ‘se dejan’, y llevaba razón. En la vida contada con letras, para los que hemos tenido la suerte y la soltura de tramar diariamente con la premura del reloj siempre en contra, sabemos que lo ofrecido eran retazos porque las grandes obras de la vida, una vida entera con sus escenarios, sus aparejos, sus desmanes, sus intríngulis, su desazón, sus consejos ripiosos y su trazo cruzado que se llama esperanza está en los albaceas del dispensario divino, y son pocos los que cuentan con este encargo.
Así que uno como yo con los dones que ha podido desenterrar ha intentado, por un hoy, llevar a término una trama en la que estaba alquilado el escenario, pasaban por allí los personajes, donaba su matiz la atmósfera y brotaban las palabras como dudas. He llevado a oficio ser apuntador de un guión de otros, y en once retazos de vida se acabó la función y por tanto, puedo salir de la concha.
Sacar verdaderamente conmigo una perla sería tener un hijo. Por lo pronto, creo que me he liberado, ando suelto buscando otras corrientes. Mi vida es un sinfín donde en verdad la memoria no deja los pasos perdidos aunque se muestre siempre en el aquí, y en el ahora.