viernes, 20 de julio de 2012

La canción del verano

‘Las penas y las barquitas/ se van por la misma senda/ las penas son de nosotros/ las barquitas son ajenas’. Voz de Chano Lobato, estilo quizá tango-rumba. Yo iba a paso ligero por la trama de calles seudopeatonales, en las puertas, las ocho y media pasadas, las señoras al fresco cosiendo unos bajos, haciendo ganchillo; mucho costurero. El pescador parado que fue un tiempo camarero y que anteayer pintaba una verja a una vecina estaba apostado hablando con su niña. Todos ausentes, distantes y distraídos de lo que había en el centro neurálgico de la ciudad, una manifa. El viejo cantautor vuelve a alentar a los hombres de las entrañas de la tierra. El se lo lleva crudo con los de la organización de cobrar derechos y su director, pero sigue sonando entre los hombres-cabreados por sus pérdidas ‘traigo la camisa roja/ de sangre de un compañero/…’ y el cantante de la tierra va, como el arriero va a la llamada de los hombres y la asociación de vecinos de un populoso barrio de Madrid que organizó el sarao de apoyo con los de la ceja, ¡como se echa de menos al de la ceja! El consejero abandonó la pancarta y se fue a la francesa, a su tierra que está a tiro de piedra, de donde en la Guerra Civil vinieron los hombres andando; la máxima dirigente le dijo “cuando quieras te vas”, y cuando yo pregunté por él, ya se había ido. Lo cual demuestra que yo no soy un máximo dirigente sino un buscador de oportunidad. Se coreó fuerte ‘hijos de puta’ siglas, frente a sede, los de dentro estaban en la playa, los de fuera haciendo número, hasta 25.000 han dicho los del diario que alentaban hasta hace dos meses al máximo dirigente de los de la sede. El periódico visto el panorama hoy, se ha actualizado y tirado el número por todo lo alto. Allí estábamos unos 10.000. Como alguna gente se fia de mi, me ponen bien por como escribo, por como aterrizo en lo concreto, me alaban ante los de la oportunidad de gobernar, me da un cierto rubor, pero se a qué se refiere, se lo remarco, si. Este no ha leído mi blog, solo lo que oficialmente meto en letra de molde, si no se iría horrorizado. Pienso: ‘volver, con la frente marchita/ las nieves del tiempo platearon tu sien’. Este y yo nos conocemos de hace tiempo e intercambiamos como hacer chanchullos legales. Nuestra conciencia de clase nos lo permite. El dirigente sindical es tonto del culo: “la policía que nos cuida” dijo así, sin anestesia. Más otras soflamas íntegras para la arenga de la función pública, si, lo importante, como me preguntó una vez más Loli Salvador es cuánta gente había, ya dije, y ya he dicho aquí 10.000 a la verdad. Pero al dirigente sindical y a la siempre-consulta le interesa eso “Con más gente a favor de gente/ en cada pueblo y nación…” Obviaron que mi compañero se encontró al liberado de correos tomando helados con su novia sudándole el nabo lo que allí pasaba, o que el hermano de mi exjefe enchufado en una empresa de la administración paralela estaba allí defendiendo su puesto de trabajo, regalado, con uñas y dientes. Al final los bares son quienes más tienen que agradecer que se hagan manifestaciones, lo dijo el cantante que ven en la foto de arriba, y es verdad. Tanto que el del bar clásico de El Parque había dado vacaciones a sus camareros y se vió desbordado ante la llegada de hombres y mujeres y niños que habían pasado calor sobre el asfalto. Entre ellos la dirigente entonces y compañera mía que hablaba de coeducación y de feminismo, que permitía a su hija cantar canciones de patio seudo-machistas y se levantó para traer a la mesa la silla donde su hombre sentara el culo. Pensé en ese momento acercarme y cantar “dónde estaba entonces/ cuando tanto…”. Me fui a otro bar pensando en la canción del verano y en la alegría del ‘que se jodan’… nuestra integridad física, y aquello por lo que luchamos, esto en lo que creemos, y a lo que de pronto nos apuntamos. Sobre los fundamentos, sobre eso me fuí pensando, pero el pensamiento me duró poco. La música está bien para dormir abrazados.

lunes, 9 de julio de 2012

Soberanía

De un soberano/ lloraba una cartagenera/ a los pies de un soberano/ Por Dios, y por la Santa Magdalena/ que no se lleven a mi hermano/ al Peñón de la Gomera. Sintonía, se canta por malagueñas, busquenlá. Mi amigo me habla bien de García-Margallo, ese ministro, con su trayectoria de eurodiputado hará que nos traten de otra forma en Europa, hay cosas que su grupo votó, y en asuntos exteriores todo va según los favores debidos. Quizá por eso nuestro préstamo que se sabrá al dedillo la letra pequeña el próximo día 9 es el que quisieran para si portugueses y griegos. Mi amigo desentraña que todos los ministros de asuntos exteriores han sido gente ya no sólo bien relacionada, sino que habían instrumentalizado antes favores-decisiones que se pueden facturar en cualquier otro momento, si no, no valdrían para el cargo, esto desde el fallecido Fernández-Ordóñez que fue de soe en los mediados ochenta. Asuntos Exteriores, viene este caso a poner sobre la mesa la soberanía de los pueblos, la itervención, la interactaución, la claudicación, y la entrega de las singularidades, de las particularidades, y en si las multas de la globalización. Un profesor también más amigo, dice que esto se soluciona, la crisis, con más Europa. El presidente de los empresarios andaluces en un curso de verano dice que esto que vivimos es una guerra entre monedas, sistemas monetarios. Uno se rie cuando pensaba “si quieren la independencia que pongan una frontera y se coman lo que producen” pensando en los vascos por ejemplo. Qué soberanía si nos imponen pagar por las recetas, qué políticas trasferidas, que insumisión, qué hecho diferencial, que idiosincrasia, y qué soberanía en suma sobre nuestros bienes comunes. Cuál es nuestra comunidad, cuál nuestra aldea, cuál nuestra idea de internacionalismo, cuál la inculturación… Qué distingo entre nuestra deuda, su porcentaje y el que pagan los alemanes por ejemplo. Qué diferenciación, qué singularidad, qué soberanía. Lleva razón el profesor: entregar y más Europa. Moriremos si nos quedamos con lo que tenemos? Lleva razón García-Margallo “vivimos en un mundo de soberanías compartidas”. Está bien que un decreto de estado quite las mancomunidades de municipios, quien debe decidir acabar con las Diputaciones, por qué no nos enseñan todo el organigrama y las supeditaciones de una administración a otra. Por qué no nos explicaron bien Maastrich, por qué no se relee ahora. Por qué los constitucionalistas que se juntan en mi barrio para redactar una constitución nueva, no empiezan por ver cuánto vale dentro de una Europa unida la que hay… Qué lio. De un soberano lloraba una cartagenera, la malagueña que postra de hinojos a la pobre en súplica, nos paga con nuestro analfabetismo, no ya de yesaires, sino de preciudadanos. De hipnóticos y de, no se ya ni qué pensar ni qué decir. Quiero soberanía consciente, quien manda en qué y para qué y hasta cuanto.

miércoles, 4 de julio de 2012

El jefe muerto

Mi tratamiento siempre fue de usted, para su ‘cabreillo’, desde el primer día en el que yo adolescente le eché cara al asunto y me presenté a pedir una oportunidad, hasta la última media mañana en que, en un ambiente osco en el gran despacho, me contó lo que yo ya sabía. Su destitución. Enrique Seijas fue mi jefe, el único jefe real, por oportunidad, autoridad y estima, oseasé: por grado. Desayuno enterándome de su muerte, y se me encuentran, a golpes, su perfume desenfadado sacando agua de la bombona invertida y preguntándome por algo de lo que el día llevaba entre manos. Quiero que se sepa que no hay, o había, espacio más vivo que una redacción de diario, incluso tan vivo como un zoco marroquí. Eso hasta que yo recuerdo, no se cómo son hoy las redacciones de diarios. A la hora de conocer a Enrique me dio la oportunidad verbalizada, lo que podía ser un cumplido, pero a los dos o tres días fui a comprobar el ofrecimiento y se hizo fehaciente, me puso a prueba y parece que la superé. Desde ese día, y hasta el de su marcha fue mi jefe, ya dije, mi único jefe, y pese a todas las rondas que fueron acechándole, circundándole y poniéndole en solfa, yo nunca me di por bien enterado, a sabiendas de que si, llevaría sus manejos. Una de las cosas que dan el grado de jefe son fundamentalmente las intrigas, y con ellas vivió al menos en los últimos dos años (de su mandato) y así se fueron, los de dentro, posicionando y desposicionando en sus lealtades, escuderías y traiciones, asuntos indispensables para una jefatura real. A mi él siempre me pareció el mismo: tan prismático. Me trató con cariño, amabilidad y condescendencia, y por ello esa cuestión paternal que siempre he asociado a los jefes. Lo constata la dedicatoria de su libro ‘Impulsos’ que ahora cojo para escanear la portada: ‘A mi buen amigo Luis García Yepes, al que tanto me une, rogándole (…) las ‘broncas’ cariñosas que le echo. Un Abrazo’. Siempre le traté de usted, desde el primer hasta el último día, incluso para su molestia, se lo merecía, en mi protocolo era y es el grado sumo. Fue un tiempo magnífico que compartimos con el y con muchos otros, fue en mi vida un tiempo clave. Lo último ocurrido, ha sido una sorpresa, una desagradable sorpresa. Descanse En Paz.