martes, 5 de febrero de 2013

El escaramujo


Íbamos andando y me paré, y pregunté, y… era la vaina con semillas de un rosal, de un rosal silvestre, aprendo  a saber después.
Una vaina con una boquita como una granada aplastada, me la embucho en el chándal, pretendo tener rosales de esa célula encontrada, pero el viento de poniente merma las posibilidades, dos quedan en un pastillero sin aire de pastillero, dado en un herbolario, nada que ver con los pastilleros nacarados, con plata, de palacio.
Entro a ver en Internet cómo se plantan estas semillas de rosal y resulta que los latinoamericanos contestan: si quieres hacer las cosas difíciles: planta las semillas; si las quieres hacer fáciles coge un esqueje de rosal y de pronto estará más grande y dará menos fallos, además las flores serán del color del rosal que utilizaste, las de las semillas pueden serlo de cualquier otro color.
Yo creo que soy de los caminos difíciles, por una inercia laboriosa. Resulta que esa vaina es el escaramujo al que cantaba el cantautor comunista, que era del mar y del rosal, y a lo que nunca le hice caso en la letra.
Otra cosa distinta a todo esto es que yo tenga rosales y rosas. A mi no me hagan caso, pero miren a Latinoamérica, anden. Trabajan menos y duran más, si no los matan antes.