sábado, 31 de mayo de 2014

La Fundación

Se celebraba hace unos días la efemérides. Aquellos dos mirándose con languidez en la tele, aquel sello matrimonial del que han nacido dos niñas, una de ellas, la mayor, llamada a reinar en esto que se llama España.
Aquel mismo día cuatro locos, éramos cinco, nos juntábamos en la casa de la siempre predispuesta Lola para fundar una asociación cultural, debatíamos primero los objetivos, donde nos dejamos llevar algunos, yo como promotor también, sobre llegar a un público joven cuando ya teníamos la treintena. Replanteamos el trabajo y acertamos con el nombre, teníamos una ilusión compartida a la que el tiempo le daría pellizcos por un lado, girones por otro y pérdida en un tercer lugar.
Pero lo fundado aparte de las marcas corporales nos engrandeció el espíritu. Posibilitamos acceso general a conocimientos de personajes ilustres, a detalle de lugares singulares, a apreciación de nuestro patrimonio, a conocimiento de tradiciones y oficios, a difusión de la música, y a aprendizaje personal.
Mereció la pena aquella fundación, y que muriera después también, cuando los fundamentos para los que no habían pillado las secuelas de la paliza no tenían ni la misma enjundia ni estaban dispuestos a trabajarla con coherencia, también algunos de aquel acto fundacional. Seis años después de cuando los tórtolos “se miraban diciendo nos quedamos con esto” en la tele. Así que lo fundado se desfondó.
Rememorar no nos hace mejor el hoy, quizá uno quiere volver a recibir el aplauso callado que uno se reconoce a si mismo frente al ordenata y a veces frente al espejo.  Cuando aquello era un proyecto con presente, pasado y proyección, y acuden los plausos por unas palabricas más o menos bien confeccionadas, una injusticia.
‘De que callada manera’ le cantaban los trovadores al viejo poeta. Conocí en el camino hasta llegar a donde estoy a muchos hombres y mujeres que silentes laboraron cada día por una cosa para el común de los mortales, o para sus iguales, implicados en participar y aportar para el bien común, para el compartir, para el progresar.
No me dejé llevar como tantos otros por la escorrentía. Aún sabiendo que nuestras vidas son eso, los ríos que van a dar a la… Ahora ando donde no sé lo que se busca realmente y me estoy hartando.
Pero vuelvo al presente de mis aspiraciones que son muchos cuadrángulos de tela hilvanados entre ellos, si, pero cada uno de una pieza, si, compartimentados.

El trabajo, el otro afán de mi vida, me lleva de ronda por ese lugar que se llama Cabo de Gata, al revolver de una esquina salen las casas con sus medias escaleras de caracol, una perteneció a Pepe Guiaro. Con los ánimos intactos, cuando no arrastrábamos cierto desgaste, íbamos allí en verano a revisar en la casi primigenia organización a la que pertenecí, todos los miembros del colectivo. Aquellas palabras escritas y dichas detrás de la puerta donde mueren y nacen las escaleras de medio caracol dieron sus frutos. También la Fundación frente a la tele silente en Velefique. Pero me asalta, especialmente ahora, recordando lo más antiguo un ‘Fuímos’, entre la raíz de la frente y las cejas. Una conjugación del verbo ser que si: es agria y dulce. Un presente que pretende ser preclaro, la fórmula la sé, la sabemos: meter los pies en el charco. Fuímos, ¿recuerdas?