miércoles, 10 de septiembre de 2014

Sin juicio

En mi misticismo ambulante da un salto siempre el poema del viejo uruguayo: ‘No te salves’, un salto de resorte, un sobresalto de ajustar el mentón y mover la mandíbula.
Resignarse a la crítica, constructiva si, negativa también, de psico-filosofía de azucarillo que diría aquel dura un arrugar el mensaje.  Resignarse, decía, a la autoridad o aprecio del que juzga puede ser mala cosa, pero en la línea confortable del nuevo pensamiento parece despreciable el ejercicio del juicio o la crítica.
Jesús ‘El Cristo’ dijo: ‘no juzguéis y no seréis juzgados’ y en la coctelera del salón de billar de Sabina que pronuncia ‘Buda, Cristo, Alá’ la gente ha tomado el combinado del de en medio a pies juntillas y firmes, no sé lo que habrán tomado de los otros.
El iluminado hizo una advertencia, y no dio un mandato. A riesgo de todo, y fuera de la institución ciega, se abalanza como necesariamente humano tomar posición ante el frente de batalla, defender la plaza y pactar el fin de la guerra. Todo ello con criterio.
El ‘No te salves’ del poeta que no podía llegar a diplomático fue un alarde cargado de verdad, pero no por eso defendible a ultranza.
La advertencia de El Maestro, tomada en sentencia moderna, era una pista para la defensa propia, no un dogma de fe.

Nos toca vivir entre la justicia y la venganza, cosas tan estrechamente humanas y divinas como la poesía. Épica o Pastoril, lo único que ahora los modernos quieren siempre recitar con una lira osea a sotovocce, es la diplomacia anestesiada, a la que nunca quiso llegar ningún buen poeta.