domingo, 1 de noviembre de 2015

Tupamitasmuerto

La joven madre de la tierna niña le dijo al amigo de su ex que vino a traerle un comentario, un rumor o una noticia dos días después de romper: “¡para que sepas el amigo que tienes!”- No le importaba su papeleta, el repertorio que a ella le quedaba por delante, era su defensa y la inculpación del  mensajero, para arruinar al ‘renuente’.
Me sé todo el caso pero no lo voy a desentrañar, da para unos  personajes secundarios en una novela.
Ya no se usa la palabra despecho porque somos hipermodernos. Un sociólogo cuenta en elmarrajo.com, un videomagacine divertido, que las parejas hiperinformadas aún pudiendo ser incultas -esto lo pongo yo-, es difícil que mantengan mucho tiempo una relación porque la hiperconexión y la posesión del espacio personal lo incompatibiliza. Pero el abogado me cuenta cosas más profundas, en la declaración ante el juez de la mujer que dice que su marido la viene violando constantemente habla con frialdad hasta que llega a que él le daba palos al gato, capítulo en el que empieza a llorar, me cuenta que este final en los juzgados viene porque la damnificada quiere traer a su madre a casa y él se opone, claro que mi abogado es de la parte denunciada, no puedo dar crédito total.
Cuando rompieron ella era una guarra que le había puesto los cuernos retorcidos, y dos días antes perdía los vientos por esa misma, otro caso de bar.
Podría poner más ejemplos de cohabitación destruida, pero son suficientes para entrar a seguir sin aclararme sobre las huellas y los rastros y las desapariciones.
Los intereses son otros. Me comentan con fría traza paramétrica. Será verdad, pero a qué el destrozo, a qué el no encaje, a qué el daño, a qué el maleficio, a qué el rencor. Si los intereses son otros adiós buenas tardes.
Por mi existencia sólo ha pasado un pamituasterminao, o lo del titular, con un familiar. En ese caso y en otros de pareja terminados, creo que el miedo inicial a encontrarnos (no ya a saber de nosotros por otros) era por sentirnos escrutados o eso pensaba yo. Era la indefensión de que saben de ti, crees: tanto como tu, y eso genera indefensión o alerta de ataque. 
Las reacciones que me cuentan son malignas, y yo, por hacerme ese favor o soy un buenazo, o no me entero.
El cante popular en la voz de un cantaor que es casi mío, porque cantaba en su bar y ante pocos, tenía un retrato por fandangos que no se si os podré reproducir aquí.
Personas que se han querío
Y se encuentran por la calle
Personas que se han querío
O se mudan de color
O se hacen un desaire
Por dentro sufren los dos.
Los fandangos cantan bien esto, quizá algo burdos, y los celos, las traiciones, la desesperación. La misión del fandango es conmover. Por eso mi madre dirá que la vida es un fandango y el que no lo baila es un tonto.
Se canta lo que se pierde, otra máxima metafísica. Por eso admiro a algunos cultivados, a los que tienen un mundo más grande. No se si me he explicado bien. Me quiero poner de tu parte, si me conmueves bien, pero permíteme que dude.