miércoles, 23 de diciembre de 2015

¡Sopla! Que viene pelando

No tengo ningún empacho. Lo que tengo es un resfriado de dinosaurio. Expulso hacia fuera los males de dentro, ya un mes y pico. Y no es porque no haya comido, ni porque no me haya tomado todo remedio de botica y herbolario. Así que le den y me den.
Que vivan las Pascuas, que vivan las Pascuas, se come se bebe y no se trabaja. Mentira podría (podría de putrefacción). Españoles, se la habéis liao buena a esas formaciones que se llaman partidos, y al pobrecito Felipito, que a ver cómo refiere mañana el ‘secreto de Estado’.
Yo trabajo y gasto, vaya unos cojones, que llegue la Navidad así para mi tiene una gracia tremenda. Que Dios me perdone ¿qué mejor que trabajar y gastar? Mi pensamiento conservador se entrevera con mi pensamiento progresista. Solo para mi, yo, mime, conmigo -no se equivoquen-, no para el entuerto de parlamento que aún no se ha reunido.
Con todo he asistido a las comidas y los canturreos porque Dios me tocó con el don de poder hacer a veces un cóctel entre trabajo y diversión. ¡Pos esa suerte que tengo!
Han llegado a mi las artesanías familiares, el marchamo del apellido que, si, utilizo para darme carácter, la alegoría de lo que yo creí que fue todo aquello con un parlamento de las terceras elecciones generales que ganó una coalición en febrero, tras un gobierno de derechas,  que unía a las terceras elecciones generales, a la coalición de izquierdas denominada Frente Popular que agrupaba a Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Izquierda Republicana (IR), Unión Republicana (UR), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Partido Comunista de España (PCE), Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y Partido Sindicalista. En aquellos días el hombre de mis apellidos que más fortuna hizo vendía a tutiplén el slogan ‘A nadie le amarga un dulce’. Al gobierno surtido ya saben lo que le fue pasando, y no es que yo quiera retrotraer, porque hay ocasión pero no parece que esté la circunstancia para la fortuna de los próximos meses actuales.
Las Pascuas, con todo lo dicho, me gustan desde siempre, lo llevaré en la masa de la sangre: mi family ha currado mucho en esta época, pero también ha disfrutado, y yo que en el obrador no tengo más que papel y pantalla fluorescente diré que también, aunque no es lo mismo echarte un e-mail a los ojos que un puñado de almendras a la boca. Tampoco adelgazan los e-mail, eh.
Doña Ana, la madre del cordero, si sigue repuesta tras poner el belén, o si se adentra bien la noche en la cena, entona un villancico tremendamente suyo (o que yo únicamente le he oído a ella), a ritmo de ‘Lamarimorena’; es una estrofa de tiempo pobre pero a mi me gusta mucho: ‘Abre María la puerta/ que te traigo el aguinaldo/ una patata cocía/ ¡sopla! que viene pelando”. Es un aguilando instantáneo, de impronta, de superar el momento, que no deja nada para después, ni para ningún otro miembro de la casa. Es un aguinaldo personal e intransferible. No tiene nada que ver con el momento sociopolítico excepto en que la patata ¡viene pelando! Los pobres se agradecen el detalle como algo personal de la generosidad insuflada por un tiempo antiguo que se repite fuera de contexto, pero que se testa en el calendario solar que nos marca la vida. No se olviden.


1 comentario:

Ébanen dijo...

De dulces y aguinaldos...
Querido amigo, sepa usted saborear también el momento del encuentro familiar, con la madre del cordero y con los corderillos que amamantó.
En navidad, en pascua, en pentecostés y cualquier liturgia se te quiere!