martes, 5 de julio de 2011

Metáforas del bar III


“Era de noche y había cine”, así de preciso era el recuerdo, que como un chascarrillo decía la viejecilla recordando a uno de su pueblo cuando se refería al día en que nació su hijo. Las gentes de pueblo aún mantienen la inocencia y el grito, aunque se estén sacando el carné en la capital y piensen que pueden estrellarse. También sin complejos los de pueblo y los desplazados llevan sus currículos, con fotos, e impresos por decenas para echar unos días con la bandeja, si es que saben, o en la plancha, si es que aprenden, o fregando vasos y barriendo papelillos y hojas, porque en este verano hay algunos árboles que están de muda.
Nada de esto iba pensando cuando por el cogote me percaté de que sentado en la cafetería Despacho, que tiene una sucursal, Despacho II, descubrí la espalda, decía, del hermano de un amigo que sabía de papeles, de legalidades y de tasas, pero él mismo se ha saltado a la torera las deudas contraídas con el innombrable y con ello iba a enmarronar a la familia, a la casa familiar, vamos, el marrón ha caído repartido, como los premios de boletos entre hermanos. Estaba el muchacho mujereado, rodeado, feliz y hambriento, con unas buenas tostadas a su frente, en un verano infinito, sin problemas: cualquier deuda entre hermanos tiene perdón, la traición, no.
Comer en los bares no es bajuno, sólo lo es hacer el resto de necesidades, esto es antiguo, de gente sin casa, de los inquilinos de la calle, de los tiesos decimonónicos, como hoy están la mayoría de encorbatados de entretiempo. Hacer las necesidades de fuera del salón comedor o la terraza es encontrate el paso de las horas, osea la arritmia, la higiene acumulada, ja, ja, ja… y el rollo sin papel. Por eso es bajuno, y tengo un amigo que antes de entrar al comerdor entra a mirar los espejos. Él nunca ha sido parte del negocio pero conoce el tinglao. Es muy repipi y muy dado, también conozco a otro que evita todo lo anterior. Muy suyo, él.
Todo esto pensaba cuando me acordé que me debían una factura en un restaurant que manda los tickets con los datos a la oficina para ir calentando las facturas, a la par que me acordé que las birras del último sarao están en el frigo de arriba, y descubrí que los bares me joden el régimen y aún así no desistí de empezar la noche en La Herradura, donde con uno de fuera nos tomaremos la espuela.
Los bares no tienen conciencia, tienen historia y actos reflejos. Los deudores y los artistas cagan en cualquier lado. Los de buena familia y los aspirantes siempre se reservan, gastan poco y se visten de lujo. Las putas responden a muchos perfiles y Hacienda a sus cuentas. La gente normal no bebe para olvidar, lo hace por pasar el trago.
En los bares hay más metáforas que parábolas. Hijo de varios perfiles.

1 comentario:

castelo dijo...

Lo peor, lo más canalla es no poder cagar y que la mierda te inunde, como ha inundado a las grandes instancias de este mundo, FMI, Banco Mundial, Moddys, etc... como no han querido hacer sus necesidades fuera se han llenado de mierda hasta el techo y bendita la hora que nos ha salpicado a todos. Ve haciendo la maleta que nos vamos ya mismo con la mierda a otra parte. Besos escatológicos.