miércoles, 8 de agosto de 2012
El bulervard de los sueños
Este artículo se iba a titular de otra manera, de mil maneras en nueve días que creo no escribo. Pero el asunto más certero era ‘planeamiento’ por el momento. Se escribe como se eructa, sacando parte de lo que se ha comido y aquella tarde me acordé de Machín, y hacía 35 años de la muerte de Machín, hoy quizá negramente olvidado, pero iba a escribir de eso cuando, chas dos días después de aquella efemérides (creo que el 4 de agosto) muere Chavela, la laureada y querida, que en su larga vida pudo haber caído en el olvido, pero no fue así. A Chavela la llevan como a Camarón pero con poncho, y a Machín -fui venerador a ver su mausoleo en el Cementerio de San Fernando- le echan los cubanos una botella de ron, ya no se si el día de su muerte o… no ha salido nada en la tele.
Iba a empezar mi artículo de otra forma, hablando de que cerraban mi gimnasio, pero ya lo han cerrado, de que las empresas de salvamento llamadas ‘Iniciativas económicas…’ no han podido con una mala gestión heredada y una competencia desleal por parte de la administración pública. Iba a contarles que fui como última vez más que por hacer gimnasia, por ver las caras, y el semblante, y lo vi. Con el gimnasio pasa como con la herencia de primero de BUP: te encuentras por ahí a gente que conoces de allí, pero no les saludas, sólo les observas y te imaginas a dónde van, con quien van, qué piensan.
El bueno de Sergio me trae a Sabina cantado por flamencos, con un retrato de carátula feísimo, recuerdo que a los comunistas les di el disco regalado de Serrat cantado también por flamencos. Los flamencos están estupendos, no bajan ni sus cachés y se deciden por homenajear. La forma, sin soporte me jode un tanto, de este último legado, Sabina por los flamencos, pero suena bien, tan bien que ahora mismo está sonando mientras escribo. Y mientras he ido escaneando y recortando fotos para un homenaje a la madre que me parió.
Iba a empezar este artículo hace como seis días, y hubiera sido otro, la vida no nos moldea, nos lleva sin planteamiento fijo a los que no somos filósofos de veras, a los pintureros, a los canturreadores, a los que como yo tenemos cada día un corazón más caribeño que dice: guay, chan chan y toca la marimba, mientras el mundo conocido se va derrumbando. Ya lo comprobarán en el ‘Boomerang’ del ínclito Michael Lewis, del que no he querido ni hablarles.
Pongan al rojo el rec o denle al intro. Giren sobre sí mismos en el comedor haciendo el tonto. Por la calle van los cara de amargaos buscando el muro de la rambla, ustedes si rompen la mitad del mobiliario, tendrán ruido de acompañamiento, y por lo menos algo que recoger al final de la fiesta. Feliz agosto.
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