martes, 21 de julio de 2015


La Yogurtera
Por estas fechas nos encontramos en la puerta del local, hacía años, con su infantilismo característico nos comentó a mi y mi acompañante la gran empresa que se estaba gestando, los cambios funcionales para una candidatura de confluencia y ciudadana. Compartíamos un yogurt helado de los que venden en el local con sus tópic por lo alto.
A la vuelta de nueve meses la ilusión se rompió en tres pedazos.  Yo que hablo de oídas pero nunca escribo de oídas, aunque me empeño siempre en decir que hago ídem lo uno que lo otro porque soy así de chulo. Estuve en dos reuniones de aquella empresa y supe que no iba a acabar bien. El final de los finales fueron tres candidaturas. Pero como no me gusta ser pájaro del mal agüero quise hasta el final que fuera un posible e hice tramitalmente lo que se debía.
Al final de la tarrina que es la prueba concluyente, el culo vacío, eso fue lo que quedó y unos chorreones de yogurt que pretenden reeditarse.
Todo el mundo decía, el día después: “con lo fácil que hubiera sido ponerse de acuerdo en tres tópic”, pero las empresas no son un pabellón de reposo o de bloqueo.
En otros sitios la yogurtera ha dado con su fermento la forma y la textura, no quiero ser una vez más la encima que eche a perder el producto, pero es ridiculísimo, según me cuentan que el día del acuerdo en Sevilla la dirigente de la empresa de unidad popular apoye al que ahora es alcalde pero no le eche la mano ‘porque le da asco’.
También es infumable la Versión Original de la alcaldesa de Madrid que monta su departamento de información y turismo. Y los vaivenes públicos de los si, pero no… Era facha o lo podía parecer pero el que dijo ‘Los experimentos con gaseosa’ había vivido un rato y sabía de política.
No quiere esto decir, en ningún caso, que nada se pueda hacer bien si somos muchos y formalmente dispares,  beneplácito de público han tenido otras nuevas yogurterías, todo lo bueno está por ver y repito, por hacer. Barcelona parece dar ejemplo. Ahora bien, si la entelequia se disipa en si el sueldo son dos veces, tres, el salario mínimo interprofesional, vamos apañaos. Que cobren, que cobre bien, que obren, que obren bien, con contundencia, inclusive con contumacia frente a los de siempre, pero que no se digan y desdigan y entretengan. Los aficionados a la grada, no al terreno de juego. Y no estoy diciendo que hayan de ser profesionales, casta o herederos los que se dediquen, sino simplemente gentes con un currículo demostrable e intachable. Era el caso de la de los cajeros y la web, pero la edad… Quizá.
A la puerta de la yogurtería donde el verano pasado por estas fechas me encontré a la infantil que comulgaba en el lecho de un sueño, me detengo a pensar en quién es el tipo que nos delecta con tan fino invento: joven (hoy tiene 27 años), hijo de una familia artesana del helado que veía que los sabores tradicionales iban en detrimento. Amante de los yogurt por su cierta acritud, que probó a helarlo, que sugirió echarle trocitos de fruta fresca, los snack más conocidos y las salsas más reconocibles. Inventar un todo decostruído, y que en tres años ha pasado: De  tener dos tiendas franquiciadas, a más de setenta, también fuera de España. Pero este es una provechado soplagaitas que está fuera del mundo de las ideas, de los principios y de los debates. Por eso los puros, los que creemos en ensoñaciones nos vemos a las puertas de sus negocios: contando lo que vamos a hacer después, mañana, sin saber que a los nueve meses hay un parto que te puede quedar como una bendición, o como un bodrio.