martes, 25 de abril de 2017

Media España




El paisaje es una invención. Machado, Antonio, bien lo creó, y recreó. El pueblo chico es un infierno grande. El mundo rural ha dado la victoria a Le Pen en una Francia de la época de las comunicaciones y la postverdad, y ese mismo entorno quería mantener, va camino de haber pasado un siglo, la monarquía, pero las ciudades españolas repusieron la república. Fuera de lo bucólico o/y onírico el médico de cabecera de un pueblo chiquitísimo receta a sus vecinos tantos o más ansiolíticos e hipnóticos que el de la capital.
Sergio del Molino, un periodista maño-madrileño, con un par, ha escrito un libro que se llama ‘La España Vacía’. Viene a la Feria del libro de Almería, este 28 de abril y no quería que se me hiciera tarde, llevo más de un mes pensando en esta entrada, acabé de leer ese ensayo y se me atravesaba el asunto, porque me es tan ‘cercano’, y tan amplio, y lo ha tratado tan bien, que me era y es difícil abordarlo sin sesgo.
Del Molino ha marcado un crisol total que acoge los pensamientos-conocimientos de muchos de nosotros, aunque es principalmente mesetario su territorio puesto en letras no olvida los datos claves, la despoblación, cuándo empezó, cómo Franco propagaba que hacía por el mundo rural cuando alentaba el hacinamiento en las ciudades. El carácter y la impronta y el inicio de la imagen de ‘Viaje a las Urdes’ de Buñuel, en el polo lúdico ‘Un país en la Mochila’ de Labordeta. El antiquísimo crimen de Puerto Urraco, uno de nuestras décadas en un pueblo chiquitísimo de Zaragoza. Lo apetecido de el neoruralismo, el fracaso de todos los casos que él conoce. Los pueblos anegados con agua, el yermo a sesenta kilómetros del Madrid superpoblado y contaminado: La boina de un poco más allá.
Después de leer las palabras, fluidas y fluctuantes en ideas de Del Molino, Elvira Lindo habla en la radio de su calle en Lavapiés, donde vivían vecinos venidos de distintos pueblos  que se agrupaban según tramo de la misma.  El periodista mete sin decirlo al médico que recetaba en el primer párrafo, el sitio donde yo voy algunos fines de semana: Media España. Sergio del Molino habla de Media España. La que ya no será, ni con toro de la Vega, ni con fiesta de Los Quintos.
Paisaje y pueblo, su pérdida que parece un huracán revoltoso en España, el descrédito de aquello frente a la modernidad y el progresismo de nuestras ciudades, su enseñanza básica y su falta de ilustración. Los saberes populares, los muertos de asco.
Sergio del Molino no sé si en el arranque de la obra, o un poquito más allá, hace una metáfora de su propia experiencia. Le gusta el sonido de la calle, el rumor en la habitación donde escribe, su estudio, y estuvieron, junto a su pareja, a punto de vender el piso por una casa solitaria a las afueras. “Vendita llegada de la crisis”, o algo así dice.
Sostiene, como aventuramos muchos, que el mundo rural, los pueblos, en este país del que nos avergonzamos como herencia progre de llamar España, tienen una muerte asegurada para medio país, matado por el otro medio: dejarán de ser el medio físico para el ser humano aunque sigan siendo zonas rurales, terruños, pueblos, pedanías y cortijadas, quizá nadie en principio, y más allá, sin rastro de sus lindos nombres: pueblos, pedanías y cortijadas.
El asunto, que he hablado con más de un amigo tendrán que abordarlo de una vez los organismos políticos-administrativos, lo radiografía con una mano llena de referencias y una cabeza cuajada de pulsos vivíficos le ha servido a un joven periodista llamado Sergio del Molino para hacer un ensayo capital sobre todo un país cegado por el polvo del camino, ¡Ja!
Si se acercan a su lectura, que han alabado los libreros también, se encontrarán en una coctelera una crónica seria e inexpugnable que mete de por medio a Unamuno, los Carlistas, El Disputado Voto del Señor Cayo, ‘Teruel Existe’ a ‘Cuéntame’ y el pueblo inventado de Tierno Galván. Una amenidad que no viene con soluciones, solo como una llamada de atención.