El paisaje es una invención. Machado, Antonio, bien lo
creó, y recreó. El pueblo chico es un infierno grande. El mundo rural ha dado
la victoria a Le Pen en una Francia de la época de las comunicaciones y la
postverdad, y ese mismo entorno quería mantener, va camino de haber pasado un
siglo, la monarquía, pero las ciudades españolas repusieron la república. Fuera
de lo bucólico o/y onírico el médico de cabecera de un pueblo chiquitísimo
receta a sus vecinos tantos o más ansiolíticos e hipnóticos que el de la
capital.
Sergio del Molino, un periodista maño-madrileño, con un
par, ha escrito un libro que se llama ‘La España Vacía’. Viene a la Feria del
libro de Almería, este 28 de abril y no quería que se me hiciera tarde, llevo
más de un mes pensando en esta entrada, acabé de leer ese ensayo y se me
atravesaba el asunto, porque me es tan ‘cercano’, y tan amplio, y lo ha tratado
tan bien, que me era y es difícil abordarlo sin sesgo.
Del Molino ha marcado un crisol total que acoge los
pensamientos-conocimientos de muchos de nosotros, aunque es principalmente
mesetario su territorio puesto en letras no olvida los datos claves, la
despoblación, cuándo empezó, cómo Franco propagaba que hacía por el mundo rural
cuando alentaba el hacinamiento en las ciudades. El carácter y la impronta y el
inicio de la imagen de ‘Viaje a las Urdes’ de Buñuel, en el polo lúdico ‘Un
país en la Mochila’ de Labordeta. El antiquísimo crimen de Puerto Urraco, uno
de nuestras décadas en un pueblo chiquitísimo de Zaragoza. Lo apetecido de el
neoruralismo, el fracaso de todos los casos que él conoce. Los pueblos anegados
con agua, el yermo a sesenta kilómetros del Madrid superpoblado y contaminado:
La boina de un poco más allá.
Después de leer las palabras, fluidas y fluctuantes en
ideas de Del Molino, Elvira Lindo habla en la radio de su calle en Lavapiés, donde vivían vecinos venidos de distintos pueblos que se agrupaban según tramo de la misma. El periodista mete sin decirlo al médico que recetaba
en el primer párrafo, el sitio donde yo voy algunos fines de semana: Media España. Sergio del Molino habla de Media España. La que ya no será, ni
con toro de la Vega, ni con fiesta de Los Quintos.
Paisaje y pueblo, su pérdida que parece un huracán
revoltoso en España, el descrédito de aquello frente a la modernidad y el
progresismo de nuestras ciudades, su enseñanza básica y su falta de
ilustración. Los saberes populares, los muertos de asco.
Sergio del Molino no sé si en el arranque de la obra, o
un poquito más allá, hace una metáfora de su propia experiencia. Le gusta el
sonido de la calle, el rumor en la habitación donde escribe, su estudio, y
estuvieron, junto a su pareja, a punto de vender el piso por una casa solitaria
a las afueras. “Vendita llegada de la crisis”, o algo así dice.
Sostiene, como aventuramos muchos, que el mundo rural,
los pueblos, en este país del que nos avergonzamos como herencia progre de llamar España, tienen una muerte
asegurada para medio país, matado por el otro medio: dejarán de ser el medio
físico para el ser humano aunque sigan siendo zonas rurales, terruños, pueblos, pedanías y cortijadas,
quizá nadie en principio, y más allá, sin rastro de sus lindos nombres:
pueblos, pedanías y cortijadas.
El asunto, que he hablado con más de un amigo tendrán que
abordarlo de una vez los organismos políticos-administrativos, lo radiografía
con una mano llena de referencias y una cabeza cuajada de pulsos vivíficos le
ha servido a un joven periodista llamado Sergio del Molino para hacer un ensayo
capital sobre todo un país cegado por el polvo del camino, ¡Ja!
Si se acercan a su lectura, que han alabado los libreros
también, se encontrarán en una coctelera una crónica seria e inexpugnable que
mete de por medio a Unamuno, los Carlistas, El Disputado Voto del Señor Cayo,
‘Teruel Existe’ a ‘Cuéntame’ y el pueblo inventado de Tierno Galván. Una
amenidad que no viene con soluciones, solo como una llamada de atención.