“Entonces,
«La Niña de los Peines», se levantó como una loca, tronchada igual que una
llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y
se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta
abrasada..., pero con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la
canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador”. Es bonito, verdad, lo
recojo de una conferencia que sabía había dado Lorca, y buscando, buscando he
encontrado otras, muchas otras conferencias que me guardo para esta Navidad.
Me
troncho yo, no de risa, me troncho quiere decir me quito una parte, me desapego
de un todo para intentar subsistir si el 21 del doce nos deja seguir viviendo. Así que parto piñones con lo que he venido
haciendo y me deshago en halagos para intentar trabajar menos y cobrar lo
mismo, contribuyendo menos, esto no es una amputación, no, es un dejarse ir y
subsistir como una mata mu ‘gitana’ que dice mi amigo el bien leído, lo cual se
traduce en que crece en cualquier sitio y de cualquier manera, y entre esas
aduce está ‘la mata del dinero’. Si, la mata si, el dinero EJEM.
Como
yo no creo en el ‘Dios proveerá’ que dice una recién llegada. Ni que estemos en
Natividad ni en el sepulcro del Jueves Santo. Decido humanizarme a lo cual y
contra toda mi teoría: ‘El hombre es el animal que mejor se adapta’, y así lo
haré: menos en el debe y lo mismo en el haber (esperemos). Ya que no
espero una jubilación, ni zarandeo a coches de concejales por el aparato de los
dientes de mi niño y las gafas de mi suegra.
Me
troncho por si germina algo nuevo. Estuve una vez ante un árbol gordo que
partió un rayo, no recuerdo ni con quién, ni dónde, si, quizá en Jaraíz de la
Vera y con Dieguito. Bien, allí brotaron unas ramitas frondosas. Ojalá retalle
yo mismo.
Pero
amigos tampoco creo ya en el Ojalá, o sea que me-les estoy engañando. Me
troncho para poder ir pensando en otros plantones, en hundirme en la tierra y
salir con fuerza a la atmósfera.
De
aquel ‘Ojalá’ que me asalta cada Pascua de Navidad no queda más que el ritmo monótono
como el de la seguirya de la insigne cantaora que se troncha, porque el ritmo
del cubano es así, comunista aún, deja un tiro en el aire con el verso: ”ojalá
las paredes no retengan tu ruido de camino cansado/ ojalá que el deseo se vaya
tras de ti/ a tu viejo gobierno de difuntos y flores”. Y después de eso uno
piensa que va a nacer algo nuevo, diferente, distinto.
Y
como tengo que autoconvencerme, como todo proceso psicológico, donde viene un
cambio motivado por uno mismo, inducido o provocado, me troncho porque ‘Antes
roto que doblao’ como cantara el de la Isla y pusieran en el grito los comunistas
de cuando entonces, ambas cosas para camisetas del hoy en los festivales de
rock (si es que siguen existiendo).
Y
una última cuestión por si no me da por posar mis repelados dedos sobre el
teclado antes de que el 2013 nos esparza las cenizas de este año y las
estrellas doraditas de si mismo. Es absolutamente ridícula, conservadora, y
cobarde, la forma en que mis allegados están defendiendo su forma de vida en
este sistema, yo tampoco (como dijo aquel alocado pintor, cuando quería decir ‘yo
también’).
La
sociedad a que aspiramos no sé cómo está quedando, ahora a mi no me parte por
medio porque antes mato. La alegría de los pobres era una buena pregunta para
hacerle a los misioneros en la entrevista, yo hasta les esbozaba media mueca de
sonrisa cagándome en su putamadre.
No
acabo el año amargado, más tampoco resignado, lo acabo frío, ridículo, con los
números que cantan, que ni beben cazalla ni se quedan sin voz, ni se doblan
estilo medieval. Somos un árbol del camino. Queremos perseverar, pero las
arenas son movedizas. Todo ejercicio progresado necesitó reflexión y desapego,
incluso partir el queso. El adocenamiento es lo peor de nuestro estigma: “matar
todo el andamiaje”, qué cojones tuvo Lorca, claro, era una conferencia.
Esto
también. Espero al menos no haber aburrido. Os quiero.