lunes, 14 de diciembre de 2015

Volver a la tele


No gasté apenas nada, diecisiete o diecinueve euros y volví al gran espectáculo. Me había resistido, me había hecho el muerto durante más de un año, no la echaba de menos, no sabía ni de qué me hablaban cuando en el bar del desayuno alguien además de de fútbol, daba por hecho lo que ocurrió ayer, si lo viste.  Creo que lo mío no era desidia sino descargo. Yo nunca sé dónde se compra un móvil nuevo, ni donde se tiran las bombillas usadas o las pilas, ni lo que podía costar un nuevo TDT.
Un domingo de los permitidos comprar en los grandes almacenes, y tras hablar con un chico antiguo que trabaja en uno de esos y que me dio el precio, paré con la familia cuando íbamos a por tomates a hórreo camino de El Alquián. Y aquí me tienen: todas las noches tele.
Me he preguntado, tirado ahí mismo, en el sofá de atrás, qué hacía antes y no lo se muy bien, varias cosas: mirar más face, ver más porno, vigilar más a la competencia, entrar más al blog y tener el fregadero menos cargado.
Mi reencuentro me ha propiciado varias cosas, ver que no es tan mala Mar de  Plástico, ruborizarme por el estruendo de los paisanos tomateros cuando deberían cabrearse más  las rusas, las gitanas guardias civiles o los taberneros autónomos.
Volver a los platós me ha  dado una idea de la superintendencia de los opinadores oficiales, los mismos invitados que en mi acreditada SER, incluso los poetas analizando la política, y también el gran estruendo de la vida en la casa de Guadalix de la Sierra que es también una casa-plató y de donde todos los que son desahuciados tienen el don de saber de lo que hablan.
Sí he vuelto a Ébole, para que no me crean muy jarapastroso por lo antedicho,  y sé que el reeducador que había en la casa de los canis violentos ha cambiado. También que Maria Teresa Campos está vieja y relantizada pero lúcida.

He vuelto al gran espectáculo porque quizá estaba harto de microteatros, y porque si, es verdad ahí tirado en el sofá me daban el menú hecho.

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