Es Navidad. Un cuento que no es cuento
El juego trascendió el ámbito parroquial hace tiempo, el juego, que juega con el factor sorpresa y el aliciente muy determinante de lo oculto, llegó al desvencijado supermercado, como lo son todos desde que llegó Día a España, Andalucía, Almería excepto los repulidos de poliespán que ha fundado el Señor Ros. El juego le iluminó su cara de niño espigado al pescatero que sonrió, mucho, se contuvo y se soltó con el abrazo al compañero de envasado, mientras carnicera y charcutera hacían el chiste con las clientas de siempre: "El beso, el pico, se lo dan luego, en la intimidad".
Era el día gordo del juego, y estamos en el super que lleva el acrónimo de Cooperativa Virgen de Las Angustias en los llanos de Vícar; aquella emoción juvenil, mañanera, sorpresiva ante el suéter que no parecía de formación futbolística alguna, y que en principio produjo la emoción por lo que era, y de seguido y más aún por descubrir de quién provenía, fue la escena del día en esta latitud donde la gran jornada del juego inversor pasó de puntillas, y sin embargo el invento parroquial, extendido por toda corporación humana, dio de sí esa muestra de ilusión, afecto y espontaneidad tan natural que pareció tan sumamente extraordinaria ante el público de las vitrinas, los pasillos y los carritos en ristre.
El agraciado es familia de Los Levita (pescaderos, utilizaremos el término de este espejo del mar) mítica de Almería. Y respondía aún sorprendido y con la emoción contenida a las preguntas del narrador que eran prosaicas: si los pescados que él creía relojes eran en realidad sapos, si la jibia era de Almería, y si los calamares grandes para rellenar, a dos días de la nochebuena, sorprendentemente no habían subido de los catorce euros.
La mañana entre los pasillos bruñidos de tiempo y desidia del COVIRÁN de Vícar arrancó como les cuento, gracias al juego pastoral hoy tan extendido y tan fácil de traducir a cualquier idioma que se llama 'El amigo invisible'. Alguien afectado por la rutina pesada de la tecla, la fregona, la reposición, el entrar en la cámara y el subir y bajar el cierre, se le ocurrió que entre compañeros y ante las fechas venideras se podía romper la monotonía con el juego mágico tan extendido por el mundo, y ante el que seguramente nadie previó que la emoción de El Levita iba a ser tan grande, tan comentada y acaso tan recordada. El día del premio gordo, un suéter abrazó a dos hombres en el mayor escenario del mundo: la tienda de comestibles.
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