No tuve más remedio que ir a felicitar de urgencia al Boni. Me había dicho antes de Pascua de Navidad que en el próximo otoño Pedro Sánchez sería presidente del Gobierno “Es un quijote Castellano”. Ya le habían pasado todas las atrocidades en las elecciones, y en el partido, y después había ganado las primarias, rehaciéndose, pero lo que aventuraba mi amigo era insólito, inverosímil, descabellado, mas ha acertado ¡vaya unos cojones!.
Más que filósofo, psicólogo, sociólogo… Es parapsicólogo el Boni, así que bebí vino buen rato con él, era la noche del jueves, y le dije que su ‘palabra hecha carne’ lo convertía en un semidiós, devolviéndome su sonrisa etrusca.
Yo no contengo hoy ni euforia ni estoy cabizbajo, pero me ha parecido justo que echen a Mariano Rajoy Grey de la presidencia del Gobierno por todos los desmanes y mangazos de su partido, y por su connivencia como figura con ello, y que su formación política, la del plauso fácil, pase a la oposición y se vaya ahorrando ovaciones. Aún con eso no estoy en un contento de gran esperanza, no por el personaje que ocupa la presidencia desde hoy, al que el Rey ha estrechado la mano con poco ‘amor’, sino por la aritmética en que gobernará.
Sánchez en su periplo de los últimos dos años ha demostrado ser un Quijote, pero eso es una figura literaturia, y otra lo difícil que le va a resultar pilotar esto que se llama España hasta desembocar en elecciones que renovarán nuevamente el Parlamento y el Gobierno, lo que no tiene, estén seguros (por mucho que los desahuciados marraren) más valía que la tramitación que ahora ha hecho a Sánchez presidente, pues esta democracia parlamentaria se rige por el voto delegado en los diputados.
La lógica de acoger los presupuestos aprobados hace unos días era normal, si no se hubieran tumbado en el Senado, donde el PP es mayoría, y recibir con deseo todos los votos nacionalistas era también normal para conseguir el fin: pasar a la oposición al PP corrupto.
Hace bien también, a mi entender, de no dar ministerios a nadie de Podemos, debe jugársela él con su partido, que es quien ha dado el paso y ha conseguido los apoyos.
Mi trabajo me hace volver a la Almadraba, a ver a Pepa, que siempre se me resiste verbalmente, y al final ‘claudica’ ante mi oferta, Pepa es una cocinera popular, tremenda, que las sardinas que quedan a la noche las asa y las mete en aceite para ponerlas al día siguiente, y con el pescaíto frito que también queda lo hierve y hace un rico escabeche. Conoce la cocina al dedillo, lleva su bar como una casa, en estas, para distraerla le digo que qué le parece que Rajoy, visto que perdía su puesto, abandonara el Congreso, y se fuera a un restaurant a comer a las dos y saliendo de él casi a las diez, menospreciando a los representantes en la más alta cámara de España y ella, que desconfía del que hoy es nuevo presidente me dijo, con un acierto de madre “estaba engüevao”, dándome medio titular.
A Pedro Sánchez, en expresión hecha ‘no le arriendo las ganancias’. Ha sido de pésimo gusto que no cambiara su agenda Susana Díaz para asistir al ascenso del compañero.
No sé lo que va a hacer Pedro Sánchez, pero el simbolismo de ya hecho es un principio suficiente y necesario, incipiente. Hartos estamos, y estoy, de estas zarandajas de los últimos mil días de que todo sea ‘insólito’, pronunciamiento como un mantra demoniaco: estuvimos sin Gobierno electo y no pasó nada, se repitieron elecciones y no pasó nada (hablo solo de las cosas a nivel del conjunto del territorio español), lo insólito, que es aséptico al significar únicamente 'que no tiene precedentes' no quiere decir más que eso, pensar otra cosa es únicamente fruto del conservadurismo, donde no estoy. No tan insólito pero si macabro es una década de corruptelas con tanta gente del aparato metida dentro, un paroxismo en el gesto y en expiar las culpas porque las mayorías votantes no pasaban la factura aunque les restregaran mierda por la cara y se rieran encima, dándonos a entender a todos que lo que teníamos delante era una bandeja de pasteles.