Tenía los plantones para meterlos en tierra,
cuando llegó el huracán y todo se fue a la mierda.
Hay días en que la realidad aprieta. Y esto, que es un pasatiempo, lo dejo para después. La página vieja, en blanco puede amarillear y mimetizarse con la pared o el viejo tabaco de los naturalistas, pero la pulsión sigue, y aquí está. Pase lo que pase, mientras estemos vivos.
Hoy quien aprieta es el viento y aún así no me retrae, y es que en estos escasos primeros quince días de marzo tuvimos la gran manifestación feminista para gloria y regocijo de la ‘igualdad’ ‘real’, y en esas sé por un chico del gym que pretende ser guardia civil que la dueña de un pub de heavys-punkys, a la que ‘conozco’ de viejo, no contratará nunca para su negocio a una mujer, pues esto trae solo complicaciones por su condición fisiología, sus cambios de humor, se quedan embarazadas… y porque su traza psico-social hace que tenga más bajas que un hombre. Sin ningún empacho ni coma habla la señora, a la que a en su hermoso pub y con motivo de la semana de los fastos ‘feministas’, la plataforma organizadora le lleva una exposición fotográfica sobre la efeméride del ocho de marzo en su realidad de hoy. ¡Alucina, vecina! Quizá ella, de sobra conocida en esta ciudad, sólo habla a las claras sobre mujer y feminismo con aspirantes a picoleto.
En unos días de búsqueda popular y multitudinaria, en los parajes inhóspitos y tan apreciados del Parque Natural de Cabo de Gata, los cuerpos de seguridad que estaban por la zona haciendo un trabajo desesperado, hubieron de rescatar a un chaval que en una cueva de Rodalquilar se encontraba con un amigo. El primero cayó herido mientras lo grababa el segundo, practicaban un deporte-divertimento que se llama parkour (que es más o menos: reptar y desplazarse por lugares oprimentes). El rescate del chaval, en medio de una búsqueda de un desaparecido, se ofreció en uno o dos medios públicos como que el pobre accidentado estaba en la zona y entró en la cueva y arriesgó su vida por contribuir en la búsqueda del niño perdido.
Yo mismo, para qué ir más lejos, fui a la manifestación feminista para encontrarme a unos amigos, consultarles una cosa y tomarnos unas cañas y entre tanto vi a muchos que creían que mi motivación era otra, el asunto mollar de la convocatoria.
Hacer una simulación no es salir de cuentas, no es que te cuadren las cuentas, es pretender un argumento para el paso siguiente. La incongruencia es otra cosa, ya saben, es haber querido pensar que uno estaba en lo cierto, según el momento. Y es que ya dije alguna vez, desde que lo aprendí, una cosa es el mapa y otra el territorio.
El viento se va a llevar todo y… Nada, lo han visto, reviste suficiente gravedad como para retirarnos la palabra, sólo cuando uno deguste como un insulto algo que atente a su dignidad, podrá ocurrir… Pero cada vez tenemos menos dignidad, por eso aunque sean de lejos: estos simulacros e incongruencias, que nos hacen más fluidos, más moldeables, más hombres (y mujeres) de nuestro tiempo, con fácil reposición (de reponernos a nosotros mismos) serán aperitivo o postre de cada día. Pero el viento tiene más razón que nosotros, más razones, llega un día, y se lleva los plantones y nos deja sin cosecha, él solito.
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