viernes, 24 de septiembre de 2010
Palmas por tangos, y un guiño al tiempo
‘Lo de Bisbal no venía a cuento, y lo de la camiseta futbolera a contrapié. Es guión de este sitio para conciertos que nos quieren meter entre los futboleros y el Ayuntamiento como meterle una manta de tranchetes a una parrillá de pescao’. Nada más de crónica.
Un cariño apastelado sentía por él y por cada uno de los temas que sonaban de sus continuos discos, un respeto continuo y visto acrecentarse en la distancia, el run-run de los estribillos ha sonado porque se ha erigido en uno de los mejores compositores de cante hispano, canción ligera, pop de popular. Alejandro Sanz vino a Almería con una carrera cargada, le fui a ver por curiosidad, nada más.
Alejandro tiende a engordar pero mantiene el brillo infantil y la comisura apatada, yo andaba, ja, y me senté con una mala pata que hoy es un esguince, Alejandro mantiene la comunicación infanto-juvenil (algo distinto a adolescente) cuando interviene ante la machungada metrosexual y la feminidad ferviente, Alejandro arrolla porque, excepto alguna composición, todo nos recuerda una blusa y un polo medio abiertos o medio cerrados: la flor del último beso.
Alejandro no me ha hecho llorar nunca pero me sustrae a cada momento en dos hora, no me da para adormecerme en tribuna de subnormales ante un éxito arrollador y ferviente.
En cada espectáculo estoy como en una inclusa a ratos, deformación profesional, de este chico escribí mal cuando el Super1 de no recuerdo ni cuando. Le traían con su primer éxito en aquella discomóvil donde se tiraban camisetas. Comenzó su tema a sonar y él no había enchufado aún su acústica, movió labios y solventó como pudo.
Ya después le vi en camerinos, le esperaba, pasó ante mi con una gorra de Camel era pequeño y no le conocí: ‘ahí lo tienes’. Me pidió un cigarro y le dije que no llevaba porque entonces gastaba Fortuna y me parecía poco para su arrollador gira ‘Viviendo deprisa’, hablamos en lo informal de su primo de Aguadulce, de los noches en Las Fases y de las playas de aquí y de Cádiz, también cosas para el artículo ‘un cantautor no tiene por qué ser uno ahí… con su guitarra triste’. Ya sabía de lo de Paco, ya sabía de lo de Alejandro Magno… ya supe de él. Irrefrenablemente le comenté lo del Super 1 y se rió, fuerte-fuerte, me invitó a sanwichs que rechacé. Ese tío iba a llegar lejos.
En la inauguración de un otoño raro, el niño gaditano que en esta y otras latitudes sigue hablando gaditano, con todos sus platinos, sus diamantes, sus horas de estudio y su ocupación de la habitación de Lucía Bosé arrancó palmas por tangos que este que escribe hacía tiempo, pero tiempo, que no oía y arrancó el remake de temas suyos con el segundo pasodoble que para los Yesterdey escribiera Juan Carlos Aragón, un autor local de carnaval, dedicadas a los hombres y las mujeres auténticos en una magistral chirigota de hace una década, la anécdota inesperada convertida en epicentro emocional, al menos para mi. No cabían ahí más que palmas por tangos.
Alejandro sigue con su comisura de pato con mofletes más rellenos, sus ojos de bolilla, su flequillo, un tatuaje en el brazo izquierdo y un colgante de esos de cruz que tienen un nombre. A mi me han liado el pie y hoy es anca de pato. Con sus canciones y las cervezas compartidas en su presencia ha comenzado un otoño que me traerá hojas del ocre al granate. Hasta ayer, no lo sabía.
domingo, 19 de septiembre de 2010
'¡Esta tierra, es Aragón!'
La tonada, él era la tonada, incluso la tonada que entona ‘¡A la mierda!’, a tiempo y con verdad. La tonada es parte de la jota y de todo canto de siega o de trilla, o de arrío que se canta en las tierras, las tierras, las tierras de España. Él tenía el mejor himno para España y para cualquier sitio ‘Canto a la Libertad’: ‘Habrá un día en que todos, al levantar la vista veremos una tierra que ponga Libertad’, pero lo decía de forma lastimera porque tenía la voz grave y lastimera; uno se quiere creer lo que dice por repetición, más si uno es un tozudo, bravo y crudo; y sabe que es una guerra hacer la revolución cotidiana con algunos y frente a todos, le sale la cosa lastimera.
José Antonio Labordeta era un arcaico al que admiro, la canción extractada más ‘Las acerolas’ hicieron mi revolución de la adolescencia a la juventud y no se quedaron ahí; se confeccionaron cuando yo tenía dos años y él y su generación estaban transitando con el resto de Las Españas, yo la cogí ya con solera y me pareció igual de vigente y hoy también para ponernos tristes enervados y ausentes. Es más que música y letra, por eso podía ser un buen himno nada comercial para las calles de mi barrio y para la digestión de una cena en un tabanco, y para el inicio de unos Juegos Olímpicos, ‘Canto a la Libertad’ es tan verdad que parece imposible. El camino no nos lo creemos porque tenemos mucho entretenimiento, pero el himno, el himno sí, que es momentáneo.
En la Fiesta del PCE de 1999 le ví cantarla en directo, para mi era el plato fuerte, ni Mercé con su ‘Lío’, ni los Skape; y Labordeta, con su sorna hosca, tuvo el arrojo de decirle a uno que blandía la bandera republicana lo siguiente, ‘eso, sacad todas las banderas, ¡a ver si conseguimos algo!’.
José Antonio Labordeta era un socarrón que sabía la batalla perdida pero daba la batalla. Era un tótem en la tierra seca y en el vergel, era la cara reconocible en otros hombres, una antigualla de zamarra con un discurso de verdades absolutas en la fiesta del pueblo y en el parlamento.
Era el cantautor español de tierra adentro, heredero de una esparteña y una chiruca ‘el abuelo’ le decían, y hoy tendrá todos los respetos de todos los urbanitas, los roqueros, los políticos, los artisteros… No sé cuantos discos hizo después de aquellos de transición pero hizo bien en quedarse y dejarnos en ellos. Un historiador sabe que si no va a mejorar su propia historia no se puede reinventar para hacer el ridículo que hoy está haciendo Paco Ibáñez.
A Jose Antonio Labordeta se le paró el reloj por hoy en un final sabido y alargado. Su alma seguirá dando un grito contra el cielo, auténtica, estoica y parada al sol: ‘Castellanos, ¡Esta tierra, es Aragón!’.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Veraneo
A Fernando García Tola, qué buen verano me hizo pasar cuando estaban más vivos él y El Mundo, y yo era un meritorio en un Vespino.
Mi obrerismo secular se va a acabar. Nunca tuve pueblo, ni abuelos con casa-cortijo, sí titos con apartamentos, pero jamás me invitaron para más de una comida. Así que este verano, a mis treinta y casi diez decidí veranear. Tenía claro el sitio y casi el tiempo, no es que el bolsillo no diera para un viajito, pero es que quería ir a lo consabido a hacer lo predispuesto, y así me planté en Las Negras un 29 de agosto, el pasado, jajajajaj.
Las Negras tiene una playa donde hay más perros que niños, porque es una mala playa, con loscos y esperas (rocas extendidas a lo ancho que forman remolinos y te impiden sobresaltarlas), en Las Negras también hay hippies de nuevo cuño y gente de allí de toda la vida, y pescadores o hijos de pescadores del Puerto que se sacuden allí las pulgas. También se cruzan madrileños y catalanes, y en los últimos días ingleses. Los barqueros esperaban a los franceses. Total, Las Negras tiene un público medio de verano que está en mi edad, y seguro que por eso estuve yo.
Mi pretensión veraneando, y no viajando, era triple: pintar, escribir un asunto atrasado y ponerme moreno. Ahora resulta que el moreno ha sido menos, las otras dos cosas las he cumplido digámoslo así. El veraneo frente al tour tiene tres cosas: rutina, super y matauras. Al final acabas saludando a alguien. En conclusión adaptas el lugar a ti y no hay sorpresas excesivas. Es un relajo si resulta medio bien.
A mis dos acompañantes de media estancia les sorprendió que tres chiquillos vendieran cosas en una esquina de la calle más transitada (una callejuela) y los municipales no les dijeran nada, explotación infantil jajajaj, a mi me llamó la atención que hubiera más barqueros que pescadores y descubrir al final que el bar de hábito para las noches -te y una cenita- tenga sólo licencia de quiosco de helados con una carta de más de cuarenta platos.
La Negras es un lugar autorregulado y autogestionario, y un amigo me dice que mucho Levante es así. Mientras no haya conflicto se deja vivir y se hace la vista gorda o sea no se inventa un conflicto con un decretoleydebajolbrazo, que hay que ser capullo para hacer lo contrario. Así que me da que la gente vive allí bien, o está bien durante el verano.
Me moví poco: un bañito de mañana, otro de tarde, las actividades ya dichas repartidas, una escapada a Almería y unas saliditas a Rodalquilar, Los Escullos y San José. Escuché flamenco de un flamenco amigo, y tuve flamenco en el apartamento y en el Paseo Marítimo d una tacada la misma tarde-noche, conversaciones frente al oleaje, copita de media tarde, periódicos y telediario, así que no me sentí nada extraño.
El pequeño pueblo, la parte baja -la otra se está remontando-, tiene una traza de mediolaberinto que hace que en el momento más inesperado y desde cualquier sitio te aparezca uno, un grupito, un perro, un niño corriendo; entre las barcas ancladas pasa igual: tu estás tirado en tu toalla y dices: ‘de dónde habrán salido estos’, y estos se van por un sitio que no tienes cojones de adivinar dónde habrán acabado. Las Negras, por mucho cartel de se alquila, te da en la nariz que no tiene capacidad para tanta gente distinta como has visto, y si, algunos es que van de paso para San Pedro, pero tantos… Yo no fui al idilio de la cala que maravilla, queda pendiente, pero tuve bastante sol y buenas vistas. Visitas y convivencia pacífica. Así que no esperaba más, el día doce arranqué el Sara y me puse aquí, en mi keli: llegué más gordo y sin barba, traía el trabajo hecho y ganas de follar. Se cumplió todo.
DOS FINALES
Por un camino, que sí, serpea, van rodando Tito, Javi y El Piraña. Pancho está currando. Chanquete no ha muerto.
Junto al quitamiedos Hasan da zancadas a los pedales, los invernaderos tienen los plásticos nuevos y ha acabado el Ramadam, la Orbea no ha muerto.
UN REGALO:
Un muñón esponjiforme,
avanza al mar,
detiene al hombre que abocado:
a la arenisca, el pedregal, la orilla, la barquilla…
ve una sombra desgarbada ante su mal.
Las casas blanqueadas,
sus palmeras: empuñaduras de espadas desflecadas
no avisan que hay un cerro almagre y dorado
ni encantos de carne y de sal.
Las Negras, en su nombre de evidencias y misterio,
rompiendo las olas frente a un cerro: no te promete nada.
Lo mismo que ningún blanco o ningún negro.
Allí es levante y tienen bajamar.
¡Que Dios te ampare!
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