domingo, 26 de junio de 2011

Metáforas del bar II


He descubierto lo que es una biznaga, las he visto pasar, pinchadas en la penca desespinada. Esa palabra dio nombre a un centro al que fui a trabajar y me reconcentró, fue en la Málaga la Bella de la copla, lo uno y lo otro. Nadie del bar compró al joven del chaleco, y del centro yo salí antes que ningún otro ingresado, me abocó una dimisión con el mismo ímpetu que estas postrimerías de San Juan me pedían volver a Málaga.
La noche en que la costa es algo más que un bar: una parrilla, hizo viento de más y el viento trajo ¡chas! a un hombre que me hizo un agravio, traído además por otros que me hacen favores, error de cálculo para los últimos que quizá equivocan cosas.
Entre los amigos, uno, que en la noche de fuego, siendo gran bebedor, bebía agua, tendría mal cuerpo, de mañana le habían quitado el pan y la sal, o sea el curro y el salario, y parece le habían ofrecido un cuscurro y un tubo de sacarina. Total que creo tenía mal cuerpo, pero buena cara.
Al grande de M. C. le gusta la plancha, pero al fin siempre estira las patas porque es su forma de hacerse presente. Ni se bebió, ni se comió tanto como otros años, el bar cerró pronto, la austeridad llega a la playa, tomen nota.
Estoy en época de excesos, tripa+ en lo cercano, los alejados dejan aperitivos cibernéticos que uno no quiere saber a qué intentan invitar. Uno tiene la cartera y la conducta recortada pero se va poniendo gordo al fin con la porra antequerana y el lomo en manteca frío, que el emigrante en la tierra de los lomos en manteca asegura es como se debe comer. Ambas cosas nos sientan bien, tan bien que no nos dan ni ganas reales de ir a Torremolinos, tierra de aquel centro que ya dije, y de otros centros propios para una soltería acuciante y un hotel pagado.
El sitio de la porra, y del lomo, se llama El Mentidero, que también es un barrio de Cádiz, suenan coplas por bulerías y los camareros son tan falsos como todos los de Málaga.
En la tarde, en el mar, en el hastío del cansancio y el agua sucia, uno, viandante por convicción echa a buscar nada, o sea un bar y sus pasos le paran en ‘La casa de los chumbos’, a la sazón la sede de la Fundación Manuel Alcántara, bonito sitio por fuera, cerrado, un buen honor para el viejo escritor y periodista, aún vivo y en la lid.
El viajero, sin mística, relaciona la ciudad únicamente con el jovencito Pablo Alborán, al que no escucha. En el desayuno, frente a Cánovas que parece un solemne mostruíto, un soltero comenta a la mujer, amiga, también soltera que ha comprado en las rebajas dos cosas: “un bañador y una… ¿Cómo se llama?, y una gabardina”. Con el sol de plano Cánovas, uno de los grandes estadistas, el de la sucesión continua Cánovas-Sagasta, ni se inmuta. Yo me río.
Tras una despedida fútil el coche y el ocupante van marchando y ven: ‘Hotel Chancla’, ‘Bar Miguelito el cariñoso’ y por fin ‘El Tintero’, pero el ocupante está desplumado y el coche tiene prisa. Es El Palo, el barrio y la playa a sus pies, zona que daba bastantes inquilinos a aquel centro de menores llamado la Biznaga, en Torremolinos, donde la porra, antequerana, no nos dejó ir.
‘Bar Miguelito el cariñoso’. No es tan descabellado haber sugerido ponerle a un pub ‘¡Cállate! Loca’.

1 comentario:

castelo dijo...

Nada mejor para un futuro cercano, junto al mediterraneo, donde las voces de las zapilleras y zapilleros atormentan el alma chamita en su mayoria por aquello del dorado, digo nada mejor que ¡CALLATE1 LOCA, y digo nada mejor porque los tiempos no estan ni para viznagas ni para centros de reforma, los tiempos estan para dar una patada al cajero y sarlir corriendo, aunque entre risas alguien detrás de ti te vaya dicendo, callate, loca, callate.