Se trata de salir favorecido,
forzar un cierto alivio en la mirada
restar al labio abierto cierto brillo,
tintarte las pestañas y el flequillo,
tentarte la camisa y el bolsillo
y quitarle al pasamanos las arañas.
¿Retratas a un sonámbulo o a un muerto?
Tú rompes los cristales con martillo,
bandeja de pasteles siderales
y escombros del murete del pasillo...
delatas con tu acción los viejos males,
de haberte recriado en El Zapillo.
Distrofia de los músculos faciales,
retales de puesto de mercadillo
estorbos en las mesas de los bares,
traen gambas con pimientos del piquillo.
Las tablas, las acequias y los azares
no aprenden a dar besos de tornillo
por eso: tus quejas fueron mis males.
martes, 27 de septiembre de 2016
viernes, 23 de septiembre de 2016
El hombre nuevo, menos sexy
Se le ocurrió decirlo recién probado el escarmiento, iguales resultados
con un millón menos de apoyos, y como es el segundo, el primero le ha endilgado
la culpa de la pérdida en estos días que uno y otro se combaten en el brillo de
las pantallas. Ya saben. Se trataba de ser quizá “menos sexy” como si hablara
Brad Pitt a Beckham. No hago más demagogia, se trataba de ponérsela dura o
hecho agua a la gente con “el cielo se toma por asalto”.
El caso es que estos dos con los papeles cambiados respecto al
referente más inmediato Guerra-González venían a rehacer la “nueva política” a
suponer “la fuerzas del cambio” y a hacer llegar por fin “al hombre nuevo” (esto
último lo acuña el ínclito Miguel Ángel Aguilar) y ya han visto el remedo de
aquellas sevillanas de JJ Palacios: “de aquí no se mueve nadie, soy el Caballo
de Troya, y estoy dispuesto a cargarme medio congreso si no me apoya…”. Ser el
líder es mandar, si alguien pensaba en círculos circuncéntricos estaba en una
espiral. Eso marea, y no lleva a ninguna parte.
Todo empezó por Madrid, kilómetro cero, donde que sepan los adscritos y
los del derecho a decidir, que aún hoy por hoy sigue siendo la corte, con sus
intrigas, sus bufones, sus tronos y sus meretrices. De Madrid al cielo, con un
San Pedro, que se queda también en la puerta a no ser que le entreguen las
llaves. Por asalto JÁ.
El hombre nuevo tampoco se si estuvo en las plazas, si es que a estas
alturas alguien estuvo. De nuevo nada, se va de putas, así que más bien hace
esquina, una cosa que a los in-progres siempre les ha parecido tan mal, porque
ya no hay putas cenetistas, y ese hombre tan nuevo que tiene menos de veinte
años es quien llena los burdeles, y la tropa, no ya de albañiles atribulados, sino
universitaria -a lo mejor a alguno les ha dado clases incluso los del tándem
(antiguo trio: remetan a Monedero)-, estima en un 20% que no tendría ningún
problema en “pagar por follar”, es parte del plan del finde.
Las putas por Montera, haciendo el paseíllo, mientras el festejo no
tiene presidente, ni alguaciles, ni delegado de plaza, pero todos cobran, como
si se jugaran las tripas cada tarde. Los menos sexys, que tuvieron el
atrevimiento de anunciar aquello después de perder gran parte del público, se
dirimen en el ágora del pajarito inofensivo, abriendo el pico, que “hay que dar
miedo a los poderosos” o “hay que ser más amables”. Entre tanto en la cornisa
atlántica seguirá el orden establecido. El fundamento del experimento está así
para la bullanga del púbico: miedo-amabilidad. El hombre nuevo piensa en
follar: ¡que antojo! Pero Pablo, temor del único Dios verdadero, quizá debería
dedicarse a fundar iglesias solo de su confesión y así no habría cisma, o voilá,
ayudar a Pedro a “sobre esta roca edificar su iglesia”. La excitación en ambos
casos es ínfima, por eso la gente va al Séptimo Cielo, pagando.
domingo, 18 de septiembre de 2016
Jauja en el asedio
Se integraba un cuento en un libro de texto, en él -era para niños-, llovían anises, bizcochos, chocolates... Era para niños antiguos.
Te lo encontrabas ahí, en la guía obligatoria para superar no recuerdo qué curso. De los primeros. Mas se acabó la inocencia y te dicen que tu móvil tiene posibilidad de un aplicación para hombres en la que llueven mamadas, penetraciones y/o encuentros varios.
El narrador cuenta un cuento, un poner: 'conocer, no sexo por sexo', 'soy amable, cariñoso...', 'so amo, me gustan azotes, zapas...' La mayoría como somos de cuento buscamos alguien interesante. La estupidez supina; escrito aún más: 'busco a alguien interesante'.
La Nueva Jauja, que lo es: Funciona, asedia al hombre, al prota del cuento y a los personajes en busca de autor. Atiende a su afición, le hace un lifting a uno, un mal retrato a otro, perfuma con palabras a aquel de allá y no hace justicia al que te encontraste. Las descripciones y el momento del disparo son así.
Como parte de la realidad, te deja fisgonear y reinventar, apropiarte e ir al grano, pensar que no vas a dar rodeos cuando en realidad hasta te toman el pelo.
Acciona tu vida y da forma a tus deseos, pero no te saca de tus limitaciones puestas en el índice, a los que a primera vista quieres o no te quieren.
Los dulces caídos del cielo son cosméticos, fijan y dan esplendor, son utilitarios como la gomina, y creemos que ahorran tiempo. Pero la verdad es que funcionan. Las cosas no llegan solas, las va pescando uno al vuelo, a base de implorar al suelo brumoso de la distancia que media.
Queríamos un cuento y tenemos un servicio técnico, que cuando funciona, te deja nuevo.
Aquello de los niños, tampoco era tanto: lo remetido sorprendentemente en el libro de texto era un deseo, un asedio que solo ocurría en aquella ciudad; tu madre te daba un bollito con foiegras Pamplonica y a lo sumo con Nocilla de la barata. ¿Quién inventó solo lo posible?
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