Me llegó, sin pedirlo, el dato cierto. Hace tiempo, en
otro blog que tuve les hablé de mi parentela muerta y enterrada, entre ellos de
la historia del tío de mi madre: Luis Camacho Ferre, por quién yo me llamo como
me llamo.
Luis Camacho, tras la guerra civil española pasó a
Francia, y desde allí se le perdió la pista, ya dije tenía una hoz y un
martillo tatuado y era un apátrida para el Estado de Franco que había ganado
España, también dije en aquel tiempo, terminó en los campos (uno, dos) de
concentración Nazi.
Ahora, al tiempo, mucho tiempo, llegan datos ciertos que
me proporciona una prima segunda, y yo acongojado, avenido, y orgulloso de
aquel hombre del que conocí por sus queridos, especialmente mi abuela, no tengo
valor suficiente para afrontar, que broma, setenta y cinco años después, su
periplo hacia la muerte, teniendo todos los papeles en mi poder.
No todo son buenas nuevas, ni porque estemos en Pascua,
ni porque haya subido el turismo y despuntado el consumo. Las buenas noticias
no venden nada, pero yo conocedor del olor de la tinta, cuando me llega el dato
cierto, cotejado, exacto, no tengo el valor de leerlo.
Me pasó igual, como por reacción alérgica, cuando estuve
en Polonia y todos mis compañeros de excursión quisieron ir al campo de
concentración, no tuve ánimo de ir.
Viene esto a decirles, desde la caja de productos de lo
que fue comunicación seria, que a veces uno no implicado, no parte, no
concernido, ha podido colocar en la misma elementos de juicio, datos aledaños,
rasgos con carácter pero sin aporte, no poniéndose en el lugar de los afectos
al/la protagonista de la noticia.
Y ahora que le toca a uno esa cosa lejana, heredada,
sentimentaloide… mantiene los papeles reservados, por fin conseguidos, en una
carpeta tapados, ocultos a la vista, lo que no les resta valor pero postergan
el saber.
Respondía aquel Luis Camacho Ferre, del que ha sido en
tanto tiempo tan difícil la pista por nacer por accidente en Vila Nova y la
Geltrú, que lo tuvieran los memorialistas como un catalán, y los Nazis referido
así: LLuis Camacho Ferré. Pocos en la familia repararon en aquellos años del
desasosiego y la ausencia real en que nació en aquella latitud. Lo peor es que
muchos de ellos murieron sin saber de su final verdadero aunque intuido, entre
ellos mi abuela, por donde me llegó todo, quien hacía honor a ese título de
cómic que retrata a otro prisionera español ‘Esperaré siempre tu regreso’, ella
permenentemente y hasta que pude llamarla abuela, pensaba que su hermano Luis
iba a aparecer un día por aquel callejón que cerraba su casa en el Barrio Alto.
Ahora están los datos fríos, una cruz y una nominación
(esto lo he mirado de reojo) rogelfolchert, o algo así, que quería decir: Rojo
Español. Y un bisnieto segundo, no es capaz de mirar con serenidad y
detenimiento el papel que nominó a muerte.
Trabajar con la materia de otros es muy fácil.
Feliz Navidad.