jueves, 12 de enero de 2017

Un colibrí policromo, colgado del cielo


Acabó todo y se entró en parálisis. El adorno queda bien ahí, coronando el texto. Resultó mediada la tinaja con el lomo, terciada la bodega, repletos los calzones y rotos los vasos.
Se heló, dí gélido, el calendario nuevo que regalaron en la teletienda de confianza y se deshilacharon los calcetines por ser chinos, mas valen igual hasta que dejen medio talón fuera, hacia el hongo del zapato. En ese momento: Sustitución.
Se habrá echado la primavera trompetera para esas alturas y habrán pasado los días como si nada, con la excusa de rentabilizar la calefacción y el culo de aceite y el hueso del jamón.
El mes en la tribu clásica se presentaba con rasgos de efebo, como el anterior como viejo barbado y hosco; los primeros días eran la extensión del año muerto, pero la vida que se va consumiendo desde el día siete viene  como de estampita, de atrezzo, de afiche, de mentira, precisa que cuelgues el elemento de muchos colores, con el que se te ha ocurrido titular, para que no parezca almidonado, momificado con mirra, casi inerme.
Vendrá marzo con su palmada, eso lo has creído de siempre, haciendo que reaccione el ave que también parece que siempre quiere echar a volar, y  tornarse en torbellino de colores y a rebufo desperezarse y  ser el cartel de bienvenida y enhorabuena, y con ello a crujir el colmillo de gañán en la media orza de tacos de carne y a compartir a trago lo que tercia en la bodega.
Todos saben que estás pensando cosas, aunque parezcas inmóvil, aterido, renuente a lo que se arrastra de los días anteriores. No hay ningún lalala de propósitos, porque decidiste entrar con lo que quedaba.
Si no pereces volverás al sol del mediodía. Aletea y llega con lo puesto.


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