Acabó todo y se entró en parálisis. El adorno queda
bien ahí, coronando el texto. Resultó mediada la tinaja con el lomo, terciada
la bodega, repletos los calzones y rotos los vasos.
Se heló, dí gélido, el calendario nuevo que regalaron
en la teletienda de confianza y se deshilacharon los calcetines por ser chinos,
mas valen igual hasta que dejen medio talón fuera, hacia el hongo del zapato.
En ese momento: Sustitución.
Se habrá echado la primavera trompetera para esas
alturas y habrán pasado los días como si nada, con la excusa de rentabilizar la
calefacción y el culo de aceite y el hueso del jamón.
El mes en la tribu clásica se presentaba con rasgos de
efebo, como el anterior como viejo barbado y hosco; los primeros días eran la
extensión del año muerto, pero la vida que se va consumiendo desde el día siete
viene como de estampita, de atrezzo, de
afiche, de mentira, precisa que cuelgues el elemento de muchos colores, con el
que se te ha ocurrido titular, para que no parezca almidonado, momificado con
mirra, casi inerme.
Vendrá marzo con su palmada, eso lo has creído de
siempre, haciendo que reaccione el ave que también parece que siempre quiere
echar a volar, y tornarse en torbellino
de colores y a rebufo desperezarse y ser
el cartel de bienvenida y enhorabuena, y con ello a crujir el colmillo de gañán
en la media orza de tacos de carne y a compartir a trago lo que tercia en la
bodega.
Todos saben que estás pensando cosas, aunque parezcas
inmóvil, aterido, renuente a lo que se arrastra de los días anteriores. No hay
ningún lalala de propósitos, porque decidiste entrar con lo que quedaba.
Si no pereces volverás al sol del mediodía. Aletea y
llega con lo puesto.
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