sábado, 22 de septiembre de 2012

Mar de amores

La hermosa historia nos la presentaba así: “Sola, sola, en el olvido/sola, sola con su espíritu/ sola, sola con su amor el mar/sola, en el muelle de San Blas”. No les tengo especial aprecio a Maná. También era hermoso, porque no nos ha tocado, aquella ‘Penélope’ de nuestro mediterráneo Serrat. Las cosas pueden ser hermosas y desgraciadas a la vez. No voy a decir a un tiempo, porque este a la vez sólo quiere decir ‘a la par’. Hace no tanto tuve el criterio de intentar hacer un homenaje al mar que se ha quedado en un cascarón. Mi profesor de pintura bien lo hablaba, hay pintores que se quedan en el cascarón, quién no: Velazquez, en Velázquez hay mucha pintura más allá del sfumato, y todo contenido en las veladuras, pero hoy no se pinta como Velázquez. Decía, no me pierdo, que he centrado en un tiempecillo mi quehacer en el mar y he pintado unas sábanas. Cuando tuve que hablar sobre esto, ante los que iban a ver mis pinturas me limité a decir: “mirar el mar es un acto íntimo, y el mar es la génesis y el epílogo de muchas cosas, también del amor y de la muerte”. No quise abundar más porque allí estábamos para enseñar y vender cuadros. Pero, heme aquí que los asaltos de la vida me han puesto frente a mis pensamientos, que se pueden resumir en que el mar es la apología de la muerte y la abreviatura del amor. Hay toda una tradición sobre esto, especialmente sobre la muerte, y la finitud sumergida. Dese Alfonsina Storni, que une las dos cosas, hasta aquellas coplas de Manrique. El mar ha sido muy influyente en mi vida, también el amor y la muerte, esto último creo que en la de todos. El mar es un soliloquio siempre y el amor pensado también, y la muerte sobrevenida… supongo. Miro la mar en femenino y me invento vidas, viajes y más desesperanzas que esperanzas, no les engaño. Y he pintado sábanas porque no soy parte del mar, ni un tritón o una sirena, ni un pescador de bajura o un surfista. Yo miro al mar con respeto como un bañista, y a mi, y a los otros, Dios sabe lo que les deparará. Por eso me atrae, me atraen tantas cosas que no comprendo… De la prensa española, sólo el ABC y La Razón l
e dan un destacado en sociedad a esta señora: Rebeca Méndez Jiménez, la protagonista de la copla, quien perdió a su amor comido por el mar tres días antes de matrimoniar. La mujer vendía en el Muelle de San Blas golosinas, juguetillos y ‘curiosidades’ y estaba trastornada mentalmente, según informa un guía turístico local de Nayarit, México, donde está ese muelle. La mujer ríe mellada en la foto y presenta su mechón de pelo blanco. Sus cenizas van a ser arrojadas desde el lugar en que partió su amor, y donde se ganaba la vida, en unos días. La hermosura no está reñida con la desgracia. Yo plancho fundas de cojines y busco en los cedés que ni están rallados ni están perdidos; sale Amparo Sandino cantando ‘Mar de amores’ una copla que nada tiene que ver con lo que explico y siento, que es un aviso de monogamia y obediencia. Yo tenía mi título para justificar unos párrafos y una idea de por qué hay muertos que no nos devuelve el mar. Y ahí me resigno, él es todo, menos el olvido.

1 comentario:

castelo dijo...

Hay locuras que nacieron para formar la espumas de las olas, otras nacieron para entender el sin sentido a veces de estar vivo frente a los muertos, pero sobre todo, la locura, esa que no tiene explicación. la que nadie entiende, nacio para el amor, sino ¿quien es el listo que explica el amor y queda cuerdo al acabar el relato? los poetas, si los hay que ya hasta lo dudo, intentarion convertir la luna en el paisaje del amor y la mar en la señora que se lo lleva para no voverlo a traer nunca más. Creo que nos trae más locos la luna que las mareas, si es que algo tienen que ver unas con otras. Que te quieran, niño, que te quieran.