Quizá me excedí, porque no sabía del momento real del
amigo virtual.
El amigo no es virtual, pero me lo encontré en la red
virtual, y el mensaje también.
Empezaba como todos los mensajes en primera persona, y
hablaba de uno mismo, pero, ándale, era uno de esos mensajes que se copian para
propalar en la red lo que viene a ser un mantra contra una enfermedad, sobre
una enfermedad.
Me excedí por quién es al que le hice el comentario:
“Y esto para qué vale”, sin saber que en realidad tenía que ver con una
situación que tenía cerca.
¿Pero eso para qué vale? Mensajes conmovedores que no
son mejor que el esturreo de platos que había en la cenaza de otros, el
modelito precioso de aquella noche, el cabreo nada cachondo de los
antitaurinos, el video risueño de los políticos del momento y los trescientos
días sin gobierno.
En un mercado malbaratado que es Facebook, lo último
que esperaba -y ya me di cuenta hace como dos años-, es un mensaje para
acongojar, que la primera vez que lo leí (y a quien se lo leí) me conmovió de
veras, hasta llegar al final que fue hacer una llamada para saber qué le pasaba a este, y después me reí claro, en aquel caso no le pasaba nada, solo que lo reprodujo. Esa enfermedad, yo que me siento vinculado,
puesta aquí, para qué vale, un mensaje multiplicado como los panes y los peces,
una formulación para acojonar, para rastrear los hígados del lector,
inculpatoria, para qué vale. “Hoy, día señalado, quiero compartir con vosotros
que las tortugas bobas que desovaban entre Vera y Cuevas van a pasar un duro
invierno, por las tortugas moras que en este otoño veraneado se han
acostumbrado a un clima tórrido, y que con los cambios duros que se esperan a
partir del día de Los Santos van experimentar una serie de desajustes hormonales y
carencias en sus caparazones que les harán difícil llegar al verano siguiente,
sabiendo que te sientes identificado con ellas, aún teniendo en cuenta que no
están desahuciadas del todo porque llevan la casa a cuestas, por esta causa
justa, no lo compartas en tu muro, copia y pégalo, así no se sabe quien ha
inventado esta falacia”.
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