jueves, 4 de agosto de 2011


Pápa, rapaté este verano. No es la estela del estallido de los cohetes en su honor, el pobre, más de noventa años ahí tan empinguruchado y nadie quema por él ni un petardo ratero. Es el hijo amado, enviado y de piedra que aparte de sufrir balonazos, sufre en estos días que a su papá, siempre más en alto que él, se le estén cayendo los mechones a montones. El hijo, entretanto supone cómo estará la ducha de casa, sólo le implora una cosa: ‘Pápa, pégate un rapao completo’, entretanto espera otro final, ocupar él mismo el piso de su padre (foto Ñoño)

1 comentario:

castelo dijo...

Para eso reivindica su santidad, no le queda otra. Los ateos tienen otras preocupaciones quizas más estériles de las que no dejan huella, pero en estos tiempos ¿Quierés dejar huella?