martes, 29 de diciembre de 2015

Inventario


En las cocinas no existe la soledad. Los objetos, los utensilios, las herramientas te hablan, te llaman como en las novelas del catalán. En las cocinas siempre hay algo que hacer, y por lo vivido, siempre se cuece algo. Yo pienso mejor ante la olla que sobre la almohada.
Para rematar la cena de un día alargado he sacado un yogurt que caducaría el tercer día del próximo año, creí que era el penúltimo pero era el último. No quedan más yogures y se acaba el año.
Quienes me conocen desde que casi no había fermentado saben que soy amigo íntimo de hacer un inventario del año el último día del mismo (ese para mi y para mis muertos) pero lo vivido y lo fabulado que va a venir para que yo lo viva me ha tirado al folio del blog.
Si no lo remedia nada traspasaré el tranco de 2016 en una ceremonia civil donde la gente se dará la paz de la misa ordinaria de forma laica. Quiero ver sus caras y las mías, como cuando te echa la mano el de alante en el banco parroquial.
En previsión he comprado papel higiénico -en previsión de los días que quedan para el próximo año-, aceite de girasol, azucarillos, mejillones, pan tostao en biscotes y yo que se, creo que tengo desodorante para un tiempo.
El grupo de wassap que se creó hace… años convocó para hoy unas cervecitas y he asistido a un encuentro impagable con los conocidos que están repartidos por España, y los que siendo vecinos venían de viaje. La conversación, tras risas, ha acabado en lo mismo, en la anécdota del mismo que hizo lo mismo una vez: mear en la puerta de la Catedral bajándose, con dos cojones de una actuación propia en el escenario que había en la misma plaza. Me se la historia de pe a pa desde el día que ocurrió.
La noche anterior cené lo que he tapeado hoy, jamón cocido, una cosa que yo…  como una vez cada dos años, es un poner. Nos dieron en la cocina las tantas y acabé casi con el anís, pero no con el tabaco, porque donde se fabrica lo último que faltaba es que se agotaran las existencias.
He dicho que compré leche, lo hice buscando bien una que caduque en febrero próximo, a sabiendas que como desayuno casi siempre en la calle, tiraré más de medio litro, pero me agrada ser previsor.
Si el año pasado por vez primera pasé la nochevieja lejos de casa, este año por primera vez cenaré con los no consanguíneos estando cerca los otros. 
Me dijo una vez un moro que todas las cuentas empiezan de cero, osea, digo yo en cristiano, que siempre hay una primera vez, si no te mueres antes claro, o si ni habías imaginado o pensado lo que tienes posibilidad de hacer.
¿Está todo en orden? No lo crean.
Acabo de preguntarle a un amigo, porque me lo ha puesto a huevo, que si va a dejar de quejarse. Me ha devuelto la pregunta sin más. La gente tiene estas cosas sobre el presente mientras que los yogures esperan tres días sin decir ni m’u en el frigo, los cartones de leche tienen largo recorrido, pero se que los superaré, mientras nosotros pensamos y hablamos constantemente, incluso solos. Es lo que nos diferencia.
Somos impulsivos amigos, especialmente para las compras, eso infolibre, pepanistan y la gaceta de los céntimos lo sabe muy bien. Pero cambiar de casa y de país nos cuesta mucho aunque tengamos la posibilidad y el dinero. También asumir que hemos cambiado de palabras (que son la primera parte de lo que viene ahora…) y de ideas, porque nos hace reexplicarnos y desituarnos. Somos así, ya lo escribió el sabihondo de Manuel Alcántara. Feliz 2016.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

¡Sopla! Que viene pelando

No tengo ningún empacho. Lo que tengo es un resfriado de dinosaurio. Expulso hacia fuera los males de dentro, ya un mes y pico. Y no es porque no haya comido, ni porque no me haya tomado todo remedio de botica y herbolario. Así que le den y me den.
Que vivan las Pascuas, que vivan las Pascuas, se come se bebe y no se trabaja. Mentira podría (podría de putrefacción). Españoles, se la habéis liao buena a esas formaciones que se llaman partidos, y al pobrecito Felipito, que a ver cómo refiere mañana el ‘secreto de Estado’.
Yo trabajo y gasto, vaya unos cojones, que llegue la Navidad así para mi tiene una gracia tremenda. Que Dios me perdone ¿qué mejor que trabajar y gastar? Mi pensamiento conservador se entrevera con mi pensamiento progresista. Solo para mi, yo, mime, conmigo -no se equivoquen-, no para el entuerto de parlamento que aún no se ha reunido.
Con todo he asistido a las comidas y los canturreos porque Dios me tocó con el don de poder hacer a veces un cóctel entre trabajo y diversión. ¡Pos esa suerte que tengo!
Han llegado a mi las artesanías familiares, el marchamo del apellido que, si, utilizo para darme carácter, la alegoría de lo que yo creí que fue todo aquello con un parlamento de las terceras elecciones generales que ganó una coalición en febrero, tras un gobierno de derechas,  que unía a las terceras elecciones generales, a la coalición de izquierdas denominada Frente Popular que agrupaba a Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Izquierda Republicana (IR), Unión Republicana (UR), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Partido Comunista de España (PCE), Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y Partido Sindicalista. En aquellos días el hombre de mis apellidos que más fortuna hizo vendía a tutiplén el slogan ‘A nadie le amarga un dulce’. Al gobierno surtido ya saben lo que le fue pasando, y no es que yo quiera retrotraer, porque hay ocasión pero no parece que esté la circunstancia para la fortuna de los próximos meses actuales.
Las Pascuas, con todo lo dicho, me gustan desde siempre, lo llevaré en la masa de la sangre: mi family ha currado mucho en esta época, pero también ha disfrutado, y yo que en el obrador no tengo más que papel y pantalla fluorescente diré que también, aunque no es lo mismo echarte un e-mail a los ojos que un puñado de almendras a la boca. Tampoco adelgazan los e-mail, eh.
Doña Ana, la madre del cordero, si sigue repuesta tras poner el belén, o si se adentra bien la noche en la cena, entona un villancico tremendamente suyo (o que yo únicamente le he oído a ella), a ritmo de ‘Lamarimorena’; es una estrofa de tiempo pobre pero a mi me gusta mucho: ‘Abre María la puerta/ que te traigo el aguinaldo/ una patata cocía/ ¡sopla! que viene pelando”. Es un aguilando instantáneo, de impronta, de superar el momento, que no deja nada para después, ni para ningún otro miembro de la casa. Es un aguinaldo personal e intransferible. No tiene nada que ver con el momento sociopolítico excepto en que la patata ¡viene pelando! Los pobres se agradecen el detalle como algo personal de la generosidad insuflada por un tiempo antiguo que se repite fuera de contexto, pero que se testa en el calendario solar que nos marca la vida. No se olviden.


lunes, 14 de diciembre de 2015

Volver a la tele


No gasté apenas nada, diecisiete o diecinueve euros y volví al gran espectáculo. Me había resistido, me había hecho el muerto durante más de un año, no la echaba de menos, no sabía ni de qué me hablaban cuando en el bar del desayuno alguien además de de fútbol, daba por hecho lo que ocurrió ayer, si lo viste.  Creo que lo mío no era desidia sino descargo. Yo nunca sé dónde se compra un móvil nuevo, ni donde se tiran las bombillas usadas o las pilas, ni lo que podía costar un nuevo TDT.
Un domingo de los permitidos comprar en los grandes almacenes, y tras hablar con un chico antiguo que trabaja en uno de esos y que me dio el precio, paré con la familia cuando íbamos a por tomates a hórreo camino de El Alquián. Y aquí me tienen: todas las noches tele.
Me he preguntado, tirado ahí mismo, en el sofá de atrás, qué hacía antes y no lo se muy bien, varias cosas: mirar más face, ver más porno, vigilar más a la competencia, entrar más al blog y tener el fregadero menos cargado.
Mi reencuentro me ha propiciado varias cosas, ver que no es tan mala Mar de  Plástico, ruborizarme por el estruendo de los paisanos tomateros cuando deberían cabrearse más  las rusas, las gitanas guardias civiles o los taberneros autónomos.
Volver a los platós me ha  dado una idea de la superintendencia de los opinadores oficiales, los mismos invitados que en mi acreditada SER, incluso los poetas analizando la política, y también el gran estruendo de la vida en la casa de Guadalix de la Sierra que es también una casa-plató y de donde todos los que son desahuciados tienen el don de saber de lo que hablan.
Sí he vuelto a Ébole, para que no me crean muy jarapastroso por lo antedicho,  y sé que el reeducador que había en la casa de los canis violentos ha cambiado. También que Maria Teresa Campos está vieja y relantizada pero lúcida.

He vuelto al gran espectáculo porque quizá estaba harto de microteatros, y porque si, es verdad ahí tirado en el sofá me daban el menú hecho.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Tupamitasmuerto

La joven madre de la tierna niña le dijo al amigo de su ex que vino a traerle un comentario, un rumor o una noticia dos días después de romper: “¡para que sepas el amigo que tienes!”- No le importaba su papeleta, el repertorio que a ella le quedaba por delante, era su defensa y la inculpación del  mensajero, para arruinar al ‘renuente’.
Me sé todo el caso pero no lo voy a desentrañar, da para unos  personajes secundarios en una novela.
Ya no se usa la palabra despecho porque somos hipermodernos. Un sociólogo cuenta en elmarrajo.com, un videomagacine divertido, que las parejas hiperinformadas aún pudiendo ser incultas -esto lo pongo yo-, es difícil que mantengan mucho tiempo una relación porque la hiperconexión y la posesión del espacio personal lo incompatibiliza. Pero el abogado me cuenta cosas más profundas, en la declaración ante el juez de la mujer que dice que su marido la viene violando constantemente habla con frialdad hasta que llega a que él le daba palos al gato, capítulo en el que empieza a llorar, me cuenta que este final en los juzgados viene porque la damnificada quiere traer a su madre a casa y él se opone, claro que mi abogado es de la parte denunciada, no puedo dar crédito total.
Cuando rompieron ella era una guarra que le había puesto los cuernos retorcidos, y dos días antes perdía los vientos por esa misma, otro caso de bar.
Podría poner más ejemplos de cohabitación destruida, pero son suficientes para entrar a seguir sin aclararme sobre las huellas y los rastros y las desapariciones.
Los intereses son otros. Me comentan con fría traza paramétrica. Será verdad, pero a qué el destrozo, a qué el no encaje, a qué el daño, a qué el maleficio, a qué el rencor. Si los intereses son otros adiós buenas tardes.
Por mi existencia sólo ha pasado un pamituasterminao, o lo del titular, con un familiar. En ese caso y en otros de pareja terminados, creo que el miedo inicial a encontrarnos (no ya a saber de nosotros por otros) era por sentirnos escrutados o eso pensaba yo. Era la indefensión de que saben de ti, crees: tanto como tu, y eso genera indefensión o alerta de ataque. 
Las reacciones que me cuentan son malignas, y yo, por hacerme ese favor o soy un buenazo, o no me entero.
El cante popular en la voz de un cantaor que es casi mío, porque cantaba en su bar y ante pocos, tenía un retrato por fandangos que no se si os podré reproducir aquí.
Personas que se han querío
Y se encuentran por la calle
Personas que se han querío
O se mudan de color
O se hacen un desaire
Por dentro sufren los dos.
Los fandangos cantan bien esto, quizá algo burdos, y los celos, las traiciones, la desesperación. La misión del fandango es conmover. Por eso mi madre dirá que la vida es un fandango y el que no lo baila es un tonto.
Se canta lo que se pierde, otra máxima metafísica. Por eso admiro a algunos cultivados, a los que tienen un mundo más grande. No se si me he explicado bien. Me quiero poner de tu parte, si me conmueves bien, pero permíteme que dude.

martes, 20 de octubre de 2015

Los que lo pasan mal


                                                                       A la memoria del Noi, el hombre sordo con ojos de niño.
Reír el comentario o enervarse contra él no tiene más misterio que en el sitio en el que estemos colocados. Que no es un misterio. Los años me han hecho alarmarme menos, lo que no se a ciencia cierta si es un avance de profundidad o un chiste de Quino puesto en la voz de Mafalda. Más lo primero, quiero creer.
El chiste de Mafalda es el de cambiar el mundo antes de que el mundo te cambie a ti, por si no nos habíamos dado a entender.
Acaba la serie que se ubica en Almería con un ‘llama a tu madre’ que intenta culpabilizarme, no se qué cojones anuncian: “llama a tu madre antes de que sea demasiado tarde”, pero anuncia algo, no se equivoquen.
En o Facebook la hermana de un amigo coloca un mensaje que tomo como personal hasta el final; “no le des a me gusta, solo copiar y pegar”. Es por los que lo pasan mal, mal no se de qué lo pasan mal.
Voy a arriesgarme. Un profesor al que respetaba decía de Blasco Ibáñez que le gustaban los desheredados y las clases populares porque les hacían gracia, osea tenían la atracción, él era un burgués con condescendencia. No había cogido nunca a Blasco Ibáñez excepto con ‘Cañas y Barro’ que no la acabé. Había un personaje el del jipijapa (sombrero de paja) que podría encarnar esto.
Hablando con un profesor tocado del ala sobre el final del 20D, el final es el 20 de enero, tontoneamos sobre lo que pueda pasar. Este mismo día de hoy, llovido y todo he visto a uno cogiendo colillas, los días que no llueve veo a más. Cuando el Noi, mi tíoabuelo, ya jubilado me hablaba de esa escena en la inmediata postguerra civil española me parecía insólito. En esos días habíamos puesto ya el teléfono en casa, me contaba aquello mientras apuraba unos cigarrillos ‘IDEALES’.
La otra madrugada, mientras corría poco para recogerme tras tres copas vi a un chico que cruzó la carretera Cabo de Gata, salía de la calle de un conocido bar, arrastraba, a las cuatro y algo de la madrugada, un carrillo con una garrafa de surtidor de oficina. Paré, bajé al Marítimo y lo vi en su somnolencia llenar de la fuente lavapiés y bebeperros la anatómica garrafa, endosarla al carro y tirar para casa, todo mientras yo apuraba un cigarrillo.
El Noi era el único que llevaba razón, después de fumar colillas él mismo compraba esos cigarros que llamaban popularmente ‘caldo de gallina’, ya jubilado y sordo. El resto somos novelistas valencianos metidos a políticos. Nos hace gracia el escalón inferior y nos permitimos profetizar sobre el 20D y reproducir mensajes de Facebook porque no nos ha llovido, ni nos han cortado el agua. Si no seríamos uno solo cuando escampara buscándonos a nosotros mismos. Por los que lo pasan mal. ¡Vaya ud a la mierda!

lunes, 12 de octubre de 2015

El folclorrr


Le pregunté a la adolescente por qué creía que el torero toreaba descalzo y me contestó: “porque tendrá promesa”. Abundo un poco y trae su imagen “porque en las procesiones quienes van descalzos es por promesa”. El diestro se descalzó en este, como en casi todos los casos, porque el piso de plaza estaba llovido. Las medias se agarran más que las suelas de las zapatillas, el andar lo hace con más aplomo.
Una cuestión tan práctica me puso en la pista de lo que es nuestro folclore, lo que se entiende, lo que se trasmuta, lo que se mantiene y lo que se siente como identificativo o admirable.
Entiendo muy bien que la niña relacione inconscientemente la lidia a muerte con el paseo de los santos, conectando el peligro inminente con quienes claman por un problema de salud o de trabajo, o de dinero, incluso que pueda hacer un acople entre chaquetilla con bordados y mantos de vírgenes. 
Creo que la niña no se descalzará ni para torear ni para pedir nada en toda la vida que le queda por delante. ¡O sí!
He odiado en mi existencia que me calificaran de folclorista o folclórico, esto último más, por gustos particulares: el cante flamenco, los toros, las manifestaciones populares danza-teatrales casi todas las otras. Me pareció una desconsideración en toda regla, porque nunca asistí a nada de ello pensando que iba a algo folclórico.
Fuera de supersticiones y supercherías. Un “¡va por ustedes!”, que dicen los toreros cuando brindan al público, es algo así como el ‘a esta es’ del capataz a los costaleros en una subida al cielo. Pero para cada uno, o sea para el individuo que lo emite es una cuestión funcional: el torero porque ofrece la lidia y muerte que es su deber contractual, aunque no pronunciara palabra, y el capataz porque manda en los obreros del cuello y les avisa que deben subir todos a la vez, para no lastimarse. Pero el común lo coge como ofrenda, que si, también lo será.
Ahora, cada uno lleva su procesión por dentro. En las manifestaciones de baile, en los rescates que han hecho los y las estudiosas, cada uno respondía a momentos diferentes de laboreo del campo, esencialmente. Hoy quizá no tiene sentido el bailarle a eso. Los tangos de negros que hoy son los tangos flamencos nacieron para comunicarse los esclavos de los puertos con sonidos de taconeo y palmeo a razón de emitir a sus iguales lo que sentían, querían o padecían. 
Con toda la puesta en común, su significado y significante. Este que les habla siempre ha tenido una visión particular del papel y la acción de cada uno de los intervinientes en lo que se llama un acto folclórico, algo que tenemos tan acendrado y consabido que hace que la niña diga que el torero está descalzo pidiéndole a Dios… Nada más lejos. 
Todo lo que nos invade se convierte en actos folclóricos, por muy modernos, únicos o ‘in’ que queramos ser, o populares y  expositivos. Asunto que quizá no responde a una tierra, una forma de entender, un modelo de autenticidad diferente, porque la globalización invade todo.
Lejos de mi intención aleccionar hoy sobre nacionalismos o  toros. Pero les voy a contar un descubrimiento de este  puente mismo. Decía una pobre tras ir a la casa de los ricos, después de 1936 o así: ”la parte de arriba era como una verbena, colgaban chorizos, ristras de morcillas, jamones, morcones y salchichillas engarzadas a cañas”. Hoy tenemos blisters y contenedores para plástico. El acto folclórico es algo trasnochado creemos, nada vivo, por eso siempre me molestó el término cuando se adjetivaba sobre mi.
En Latinoamérica, casi toda, no se andan con estos remilgos. Llaman folclorrrr, así pronunciado, a cosas entreveradas en la cotidianidad del año, sin renunciar a parte de la modernidad, pero el asunto es allá y acá resbaladizo. Yo siempre intento detectar el hecho personal aún conjuntado, y he podido dar tan buena cuenta de las autenticidades individuales en el proyecto grupal, que no me suena a chiste, ni a leyenda, ni por supuesto a impostura o convencionalismo social.
Rompiendo lo que podría parecer decoro, cuando un torero tiene una cornada sangrante pero quiere rematar su faena, se hace o le hacen un torniquete con el corbatín, lo que tienen más a mano que de las dimensiones para cumplir la función.
El folclore es parte de ancestro, claro y de mitología, hasta que el toreo como las matanzas se sirva con potenciadores del color, antioxidantes, en raciones para un solo comensal o espectador… O nos hagamos todos veganos. Lo cual dicho así, en este último párrafo, tiene una emoción que no me veas. Por eso lo más interesante de estas tradiciones es que las contara uno de fuera, el asunto es que hoy ninguno somos de fuera pero sacamos también juiciosas conclusiones.

lunes, 5 de octubre de 2015

La marujilla

Nos saludamos de beso, como los flamencos, los gitanos y los hombres con las mujeres de la Nueva España. Nos sorprendimos de vernos después de tanto tiempo. A Pedro sí lo he visto, no hace tanto, digo.
¿Qué haces aquí?, pregunta recurrente, nos contestamos sobre el motivo de la ocasión. Estábamos en la puerta de un negocio, no piensen, ni ella ni yo hemos llegado al comedor de Cáritas. Pero es que el negocio tiene un nombre digamos ‘raro’: La Mafia se Sienta a la Mesa, pero nosotros íbamos a intentar trabajar.
Ella va a lo suyo, siempre lo fue, así metió el cuello hasta que se llevó a Pedrillo, me cuenta lo que hace, sus pretensiones de siempre, siempre es tres lustros atrás, cómo dejó la recepción de la pelu, porque total para tener que pagar a una que se quedara con los niños, pos se quedaba ella. Una visión muy práctica, y entonces, reconocido que el hombre estaba en estado de, ¿cómo se llama esto nuevo? ¡Ah! ansiedad, ha dejado su trabajo, y recomponen el negociete parejil, y ahí me enseña una muestra en el móvil de una locucion, haciendo hincapié: “es mi voz”, ¡ah! Digo como con sorpresa.
Pero de ahí pasa ya a la parentela: la foto de la niña de los cabellos dorados, y el niño canijo que se sostiene en la moto y… ándale, los otros frutos del tiempo “¿Sabes que se murió mi padre?”, pos no, mete dos morcillas de texto por medio y la segunda noticia luctuosa “porque también se murió mi madre”. Sigue viviendo ella enfrente de donde se crió. Pregunto por el piso, pues se de uno en las cercanías que construyó un conocido, pero es otro el suyo, y vuelve a las fotos de los niños y observo la grandiosidad del patio donde juegan, provoco “pos anda que el patio de tu casa está podrio”. Sabía que a la chica de barrio le iba a desencajar esa voz abrupta “¿Cómo?”: “que tiene que ser grande la casa, con ese patiazo para que los niños jueguen”, y ahí me detalla el pisito en el barrio obrero donde se crió y nos conocimos.
Caridad que va ofreciendo publicidad por dinero, solo por las mañanas,  sigue tan peripuesta, tan justamente empolvada y con sus mismas trazas de Mayra Gómez Kent de patio de vecinas, con un poco más de barriguilla que cuando entonces tiraba los lazos justos y complacientes para que el padre de sus hijos acabara engendrándola a ella.
Llamo a la reflexiva y avanzada, y no le digo nada de ésta, pero ella me cuenta que se ha casado, por el simple hecho, eso dice, de que le salgan las cuentas, un utilitarismo que revestido de sesos sobre lo que vamos o debemos hacer, no me esperaba. Como tampoco que los tontos que construyeron su espejo pelando papas, volvieran a mirarse.
¿Qué quedó de todas nuestras teorías?, acaso la verdad de la defensa compartida válida para la integración en el grupo, el no desentono. Y me asalta la foto onírica de mi amigo el inteligente que ha dejado junto a otras sus estilosas Converse de domador y trapecista, a la orilla de  un cauce, la gente le escribe cosas bonitas de amor blanco, pero yo me los imagino a cuatro pies como puta por rastrojo.
La Marujilla, la revolucionaria y el sensato han recompuesto el otoño, al que ni me resisto, y demuestran, o eso quiero creer yo, lo que cantaba en la cercanía la bellísima voz de India Martínez: “porque cambiarán los tiempos/ y no cambian las personas”. Otro día les hablaré de mi.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Un ventarrón de alegría

Me voy a la playa a hacer músculo y el bueno de Gabo me regala el titular al detallar él una situación familiar que sí que lo fue, pero me lo apropio porque cuando una tiene un serial de días ácimos se agarra a cualquier azucarero.
A la noche hay luna llena pero desde el martes ha ido creciendo. Ese primer día un wassap avisa de que el hombre que salió ardiendo era el hijo, nieto y sobrino de conocidos, apreciados. Parece mentira, el que suscribe se ha confeccionado un duelo a lo lejos en Sevilla mismo, donde creía que terminaría la noticia, y mira me  cuentan la verdad mientras voy a recoger huevos, óvulo, y a echar más tierra encima de las papas, bien ocultas y regadas germinan y se reproducen.
Como somos mu españoles después de la misa nos fuimos a beber mujeres con problemas de sitio, hombres con tontunas de no ser los engendradoras de vida y una amiga masculino-femenino que siempre arbitra.
Uno a veces calla porque el amigo que entró de aprendiz a un taller donde tenía el banco de trabajo inscrito: ‘planteamiento, nudo y desenlace’ abandonó el oficio, descubrió creo la pregunta: ¿hay vida antes de la muerte? Y está encontrando la trastienda de la cantanta: “y tu no te maquilles con palabras para consolarme (convencerme)”. Ha dejado de inventarse cosas y me ‘obliga’, casi, a quedarme callado.
Pero por muy listo que fuera no voy a  terminar como el mudo de Blancanieves., Decidí el jueves llamar al padre que había visto perderse para siempre a su hija (otro caso). Me enjareté a la tarde al acto social y cumplí lo único que me dijo que necesitaba.
Después de los despueses a veces te sorprende una propuesta: Invitado al espectáculo del ilusionismo del  cuerpo humano a entrega del vidente, acabamos bebiendo, en el interacto una víctima de sus deseos cree que le mencionan por los teléfonos celulares, los que tienen necesidades  verdaderas se aburren ante un WC. En el remate los casados hablan de los de la mesa de al lado, la familia es así, el camarero es en exceso amable, lo que confunde… Las ya enviudadas parecen estar en el mercado. La mujer que en mi familiaridad masculinizo cuenta una verdad horrenda: desayunando cae a su lado y el de su marido una mierda del… cielo.
Los wassap que juntan a los primos, los ex del trabajo, los que se conocieron en la sociata de singles habían expuesto para mi la fotito de la niña nueva en otro grupo de wassap, el de mi mismo apellido. La recién llegada al ruedo está en brazos de su padre, el hombre decidido. Es Blanca, la que me da un título nada desdeñable: Tíoabuelo.
Ha sido una brisilla de aire fresco, pero empezó la semana como para atribuirle ese ‘Ventarrón de alegría’; en esto le doy la razón al aprendiz que abandonó el oficio. No es un cumplido, es un despejar el ombligo de pelusas y el abandonar mi ironía de ‘Latinoamérica Viva’ como slogan. Somos un continente que lleva la muerte a cuestas. Siento decirlo. Un niñillo me hace reír: https://www.facebook.com/1454012398227229/videos/1454691118159357/. Y me digo: no todo está perdido, soy sólo yo que me empeño en repujar a letra lo que me voy sabiendo. Solo por provocar a la parentela, los inductores, los no sanados… y socorrer al viajero, a los que no leen azucarillos y a los que cobran del Estado o se han quedado sin pareja, o ambas cosas, mi caso de forma transitoria. Hay luna llena, un pan ácimo bañado en fondant, ¡qué gloria!

jueves, 24 de septiembre de 2015

Ángel Garó, padre del chino de GH


Parece que Ángel Garó le adoctrinó antes de entrar en el reality que se llama Gran Hermano (GH en adelante) y que promete grandes desenlaces.
Han, un chavalito chino y gay sería el miniego de Chikito Nakatone, el japonés que el humorista gaditano propuso en 1,2,3 y que sin duda más partido le ha dado a su larga carrera. Hoy apartada del pantallazo, excepto aparición  fortuita en algún programa de trasnoche de tv.
Han, el chino real, enamorado del guipuzcoano es fijensé bién el personaje de Garó metido en una cocción de reducción, para que cupiera en el molde.
Si ganara el reality que se llama GH: Me meo, pero estilo propio del humorista de luto con los pelos de pincho: con las manos en la entrepierna y reverenciando el tronco.  Que dios los junte, en esa tele, y que todos los veamos al unísono.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Agradecido





El estilo de vida. Eso era lo que más me resonaba y me resuena de aquella organización. Cuando se interpelaba a ello, fundamento.
Nunca me había visto impedido, ninguna eventualidad. Una fiebre de dos días, ¡plis! Así que en el trance de necesitar no cosas estrictamente de subsistencia,  pero sí del apoyo para que los rasgos de lo que me constituye se mantuvieran, quiero agradecer:
A mi hermana Ani su denodado acompañamiento,  su entrega y sus muecas, su venir con agrado a limpiar.
A Jesús, por tomarse un cargo que no sé cuánto sería con gusto. Mantener la granja.
A Antonio, por venir con valentía y buen ánimo a pinchar en la barriga.
A Manolo y a Sergio por sus trasportes y tramitaciones administrativas.
A Jose por desplazarse lejos para cerrar un grifo y a Encarni por pasar del asueto a planchar camisas.
Y a todos los que han venido a visitarme, han llamado y se han quedado a comer, cenar o tomar café, y han intentado entretenerme o divertirme o simplemente acompañarme.
No tengo ninguna pinta de rockero ni de madrileño. Así que me voy a la isla, ya que no me rodea el miedo a nadar. Y os agradezco lo hecho por mi. He vuelto a cantar: TE DOY UNA CANCIÓN

Como gasto papeles recordándote 
como me haces hablar en el silencio 
como no te me quitas de las ganas 
aunque nadie me ve nunca contigo 
y como pasa el tiempo que de pronto son años 
sin pasar tú por mi, detenida

Te doy una canción
si abro una puerta
y de las sombras sales tú, 
te doy una canción de madrugada
cuando más quiero tu luz,
Te doy una canción 
cuando apareces
el misterio del amor
y si no no apareces
no me importa 
yo te doy una canción.
Si miro un poco afuera me detengo
la ciudad se derrumba
y yo cantando
la gente que me odia y que me quiere
no me va a perdonar
que me distraiga, 
creen que lo digo todo
que me juego la vida
porque no te conocen
ni te sienten.
Te doy una canción y hago un discurso
sobre mi derecho a hablar,
te doy una canción
con mis dos manos
Con las mismas de matar,
Te doy una canción
y digo patria
y sigo hablando para ti,
te doy  una canción
como un disparo
como un libro
una palabra
una guerrilla…
Como doy el amor…

Silvio Rodríguez

jueves, 10 de septiembre de 2015

Alta hospitalaria


En la puerta solo se explica en qué casos se aplica la extrema unción, ni las hora de catequesis, ni cómo se entona el ‘alabaré’. Así que se imagina uno el público que asiste al espacio específico, y puede ser incluso un diagnóstico de lo que el juego alberga en cada casilla.
No es grato entrar en un hospital ¿verdad? Pero si hay que ir se va. Esto es como los entierros siempre tienen un componente de cena de compromiso, a no ser que uno sea un tarado. Y eso fue lo que me pasó, rodilla en ristre más de un año. Entro a la habitación sin comer desde antes de las ocho y saludo a Mansur que ya estaba allí, no se desde cuando.
Me agasajan con pijama y batona, gasto en la tele el valor de ‘un día’, pero sigo de sport cuando la simpática enfermera me dice “póngase directamente el mandilón, entra el primero, a las tres”, y me encamé directamente, empecé a gastar del monedero de pared y se me empezaban a gastar las palabras cuando me pusieron el gotero y me endiñaron una pastilla.
Dije “hasta luego” cuando el grandón quitó los frenos por animar a Mansur, mi acompañante, y se vino conmigo la buena y grande de Ana, que es mi hermana. Los del turno de antes no habían dejado bien la sala de operaciones así que en la cámara frigorífica pasé más tiempito del que estimaba el equipo, y se retrasó todo.
Tres pinchazos que van a acabar con mi afición taurina, lo pronuncié en voz alta, comenzaron a adormilar las extremidades inferiores, el gran reloj con trazas de báscula antigua marcaba las cuatro menos cinco. Lo volví a ver  cinco minutos antes de la hora de los festejos más populares: las cinco de la tarde.
Mientras mis piernas despertaban comenzaban a llegar otros usuarios de mismo trance. El doctor García Bisbal había reestructurado mi menisco y tapado un agujerito en otro hueso. ¿Un agujerito? Sí, eso mismo. Me despedí de la hermana de Suánes, qué encuentro y qué casualidad que veinte años después me vió así, tumbado, maltrecho, en sus manos, cuando yo la he visto saltar a la comba y un tanto antes se despidió mi cuñada, que filialmente sacrificó una parte de su día de descanso.
Devuelto a las sexta, planta del hospital -no la cadena televisiva, que todavía no me han invitado para contar el caso-, me veo en la obligación de pedir algo que comer, ¿ustedes me dirán? ¡desde las ocho de la mañana! El compañero de suite no está, fumo con descaro, ante la ventana si, era posible moverse.
Me suministran dos natillas y unas galletas. Vuelve Mansur. No se pone la tele, hago una parte de mi lectura ‘Vivir para contarla’, hablo bajotono con mi hermana y al fin caí.
A la mañana se respiraba que me mandaban a casita -le pregunto al educado y paciente, casi amigo empático, de la cama contigua, que era de color negro-, que cómo está de lo suyo, ya reparado, y me contesta que bien. Al poco llega el médico, yo ya vestido, sin vía abierta y vestido de calle y me explica lo que tengo que hacer fuera de ese sitio tan simpático que se llama hospital, y veo que al bueno de Mansur le consulta que con quién vive que tendrá que estar un mes postrado, y le afirma que también lo manda a casa. Al irse el médico me entrometo cuestionando  que si quiere/puede irse y me dice que si, que es lo que desea. Nos saludamos de mano y me encaré al ascensor, no sin entregar con cierta sorna la pulserilla que me pusieron en recepción el primer día, como de hotel con todo incluído, lo hago a la misma simpática enfermera que veinticuatro horas antes me había cogido la vía.
Mientras miraba los números al rojo vivo indicadores de a la altura en que andaba el cajón que me llevaba a la libertad, me olvidé que bien cerca estaba la receta  de cuándo se administra el último sacramento.
Era casi la hora normal de comer cuando decidí homenajearme, tomé una solomillo de novillo fresco, bravo, como a mi me gusta, pero bien hecho, se me olvidó el juramento ante la anestesista, y rematé con un café corto, que traía un acompañante que portaba un mensaje filosófico: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, lo desleí sobre el oscuro fondo líquido y arrugué el papel que había escrito otro, un gran pensador, sin duda.

lunes, 7 de septiembre de 2015

De qué índole


Hoy a penas se usa el término, que se ve como inquirir molestamente, y puede que el interlocutor te tire un pedrusco y te melle una paleta, dejándote feo. Pero era una base imponible en cualquier entrevista de anteayer. Pero hoy todo huele, brilla y da esplendor, bien.
Me encuentro por casualidad una entrevista a un amigo en la contra de la Voz, la periodista hace un perfil, no una entrevista, donde se deduce entre otras pocas cosas que le da jabón,  calificando de claros y valientes los comentarios  indocumentados del perfilado, digo a tenor de lo que he leído desde lejos un día en el Facebook del personaje. Tampoco se justifica a qué el perfil-entrevista, pero es auténtico y  palmario y verdadero un hecho: haber abandonado su ciudad porque estaba perdido, y haberse encontrado en una gran ciudad, en el anonimato, con este conozco varios casos con igual resultado ante la misma medicina. Y  supone una gran cura para mi oír que él que fue nacionalista andaluz diga que no entiende esta opción: los nacionalismos. Lo dijo ya un intelectual de rango: “el nacionalismo se cura viajando”. 
Hoy se muere Ruiz Mateos, el empresario, ya saben, del Opus, y con las cachazas familiares la capilla ardiente se instala en Las Hermanitas de Los Pobres de El Puerto de Santa María. ¿Les resulta raro? ¿Es un hecho contradictorio? Una provocación, bien mirado. Pero acaso las monjitas no tenían nada que oponer, acaso dos días a la semana había natillas duhl para sus internos, por Pascua bombones Trapa y en la Feria del Puerto: Fino San Patricio. Todo lo que he puesto es demagogia, quizá solo era un hijo de Dios, y la residencia de ancianos en que es el velorio un buen sitio para conseguir ‘la intimidad familiar’, y aunque no haya pasado allí ni una noche en vida, comparte con los que están en el final del camino que por gusto y en una cura de humildad quiere experimentar con ellos su penúltima morada, lo que se llama un ejemplo.
Se casó mi sobrino, me alegró. El periódico de la contraportada antedicha se iba a hacer eco y se ha hecho al tiempo, porque la feria de nuestra tierra, no siendo la de El Puerto, levanta cualquier otra información, ni más, ni menos relevante. Facilité las fotos y en un ataque de orgullo una mía que no me deja muy bien, estaba borracho y riendo,  pero que me deja como el benefactor del sarao, nada más lejos, y que el hermano del ‘que hizo los votos’ parece un nuevo Corleone que va a heredar lo que me haya quedado en el paraíso fiscal.
Tan lejos de la realidad está que yo haya podido hacerme cargo de los fastos que fundamentaron  la boda de Álvaro García, como que pido boñigas de caballo para no pagarlas, y no me llegan porque quien las ofrece no es la propietaria ni de las boñigas ni de la cuadra. Así que las rapiño directamente y las emborrizo en los caballones de mis patatas que espero estén para diciembre.
El olfato que apenas me falla ‘aún todavía’, que decimos los finos, me propicia una foto con Bisbal, foto que me importa tres leches pero ha conseguido 2.600 visualizaciones. Lo que en términos de audiencia es un gran avance. 
Hablo de inmigrantes y de refugiados, mientras me tomo un vermú en Casa de Lola y me cuenta como el racismo y la extrema derecha van en aumento, esto es una apreciación no contrastada: por la actitud de una única mujer, y cuando voy a la farmacia a ver lo que da la romana antes de reparar mi rodilla una señora de mediana edad dice: “lo que nos faltaba, los refugiados, todo por una foto de un niño ahogao, que de los sirios… de esos me espero hasta que los padres hayan tirado al niño para que se ahogue” ¿Tendrá hijos? La hijadeputa. 
Yo que creo que no creo,  ¡Dios me guarde! Me encuentro en que ya me acanalan la rodilla tras crujir, hace algo más de un año, por conseguir una foto que a penas tuvo valor bien vista. Me acompañaba el bueno de Manuel Carmona y oímos la quiebra que ahaora si no se va a reparar se va a despojar. Para el trance he plantado, queda dicho, he aclarado el comedor, he recibido llamadas y mensajes preguntando por mis nervios y me queda intentar que refuerce pronto y volver a la lucha. Echaré de menos un tiempito ver a los que pasean perros, el último cigarro en el terrao, hacer como que paseo y estar trabajando, y algunas cosillas más. Me acomodaré al ámbito de la casa en la que nunca me caerá el techo encima, según mi madre, y usaré el trance para rehacer y ordenar otras cosuchas.
El folio me ha salido largo porque la entrada no tenía una naturaleza única, pero si yo me hubiera entrevistado no me hubiera dejado pasar ni un por qué. Quien lo probó lo sabe.
Salud.

viernes, 14 de agosto de 2015

El muerto exquisito


Comenzaba a ser un radioyente en aquel tiempo, mi amigo se había trasladado de ciudad y era muy emotivo oír por las ondas una referencia a su nuevo lugar de vida, hablaban de un local en plena Alameda (Alameda de Sevilla, rubia de tantas peinetas) que compensaba tragos con acordes, recitados, interpretaciones. Algo muy distinto a lo que había en ésta mi ciudad.
Como nunca me dediqué a pergeñar noticias de sucesos le dije a mi amigo “se llama algo así como El Muerto Exquisito” y él no dió con el sitio, pero cuando fui, creo en mi primera visita, nos topamos con el lugar aún con su rótulo, aunque ya todo estaba acabado: las persianas estrechas y altas cerradas a cal y canto, ni un ápice de vida ni teatral, ni musical, ni de farra etílica. El verdadero nombre del local era: ‘La ilustre víctima’, así que no pongan en mis manos una referencia concreta llena de precisión en letra, pueden fiarse de la descripción de la semblanza, digo yo, que soy muy imaginativo.
Confundir exquisito con ilustre es un remedo de poco estudiado, de no haber entrado en los verdaderos salones ni jardines de palacio, de no saberse la homilía, aunque si me dejan hablar en el festejo de la vida al que voy mañana diré Amén que es “que así sea” pensando en amen sin acento.
El cuento que les cuento, viene a… (no voy a poner otra vez cuento, ¿no?) razón, de un libro que me he mercado y que me está apasionando para unas mediovacaciones no digamos de mierda, sino mediopensionistas. Los relatos, de autores sudamericanos, van entorno a la muerte; con crudeza, espasmos, suspense y, tengo que terminarlo, pero diré humor y melaza. Un hallazgo del que creo también alguien me habló previamente.
Les doy tres pinceladas, me encantan los narrados o transmitidos por niños: “Alfredito se murió, dijo mamá, y solo entonces las manos gruesas de Elsa aflojaron los mechones de mi cabello. Me reí, mareada, porque era la primera vez que alguien me traía noticias de un muerto, y porque el nombre no admitía equívocos”.

Otro pasaje, otro cuento: “Convéncete: los muertos no pueden escribirle a los vivos. Me anotó eso antes de morir. Recién hoy recibo su carta”.
El último, también de niños: “Mi madre, y la madre de Niño Valor ordenaron otra vez el comedor de José Bertoni, los muebles y los cuadros volvieron a su sitio; lavaron los vasitos descartables y los guardaron para usarlos en el próximo cumpleaños (el mío, en abril); y también guardaron los troncos de las velas porque los apagones eran frecuentes en verano”.
He descubierto un desaire formal-profesional mío, confundir muerto con víctima, quizá porque de tan vitalista que me remarca mi amigo gest-trans, no encuentro más victimismo que el último suspiro… Y manda cojones en un tiempo en que tenemos tantas víctimas de todo, en todos los orbes. Tiene perejiles a la vez que se me ocurriera lo de ‘El muerto exquisito’, yo que en esas ceremonias nunca miro al finado,  por si aparenta ser solo una apariencia y mueve un ojo o enseña un diente, saca la lengua, o se caga en mis muertos por mirarle. Sé que no está bonico  sermonearles con esto a unos días de vivir la Feria y que no les parezca muy recomendable un libro así (‘Disculpe que no me levante’, se titula) para unas vacaciones, pero esto son sólo vacilaciones mías, que me creo muy en posesión de la verdad. Quizá lleve razón la versallesca, humanista y pedagoga caída en el olvido Gabriela Mistral que antecede a uno de los cuentos con estas palabras transcritas “YO NO ME EXPLICO EL AMOR SINO POR LOS MUERTOS”. Queda como un speech en un sketch, que dicen mis finos y mundializados amigos del teatro, pero ahora ustedes como yo, piensen.

P:D: Mañana me voy a una boda. De aquí a cien años: tos muertos. Lo aliviaré: ‘de-aquí-acien-años-toscalvos’.